-Tienes razón, pero tendré que bajarla varias veces. Si no, Joe
dirá que soy miedosa -repuso Jill, frotándose sus manos heladas.
-Toma mis mitones y quédate con ellos, si quieres. Yo no los
uso nunca.
-¡Gracias! Son preciosos y me quedan muy bien. A cambio te
tejeré algo para Navidad -exclamó Jill, contenta.
Se encaminaron hacia el lugar de donde partían las tres pistas
para trineos.
-Y bien, ¿cuál de las tres tomamos? -preguntó el niño, con una
mirada de advertencia en sus ojos.
-¡Ésa! ¡Ya te lo dije! -insistió la niña.
-Bien. Agárrate fuerte.
Se deslizaron a toda velocidad y se detuvieron bruscamente en
el cerco de la barranca.
-No me pareció tan arriesgado. Subamos para repetirlo. Joe nos
está mirando y me gustaría demostrarle que no le tenemos miedo a nada -dijo
Jill.
-Parece que lo que quieres es partirte la cabeza -contestó
Jack, mientras subían la colina.
-No; quiero probarles a los muchachos que las niñas somos
valientes, fuertes y capaces de desafiar el peligro. Nos deslizaremos tres
veces. Mi caída anterior no vale; así es que me tendrás que llevar otras dos
veces.