Capítulo I
La pendiente
peligrosa
Aquella tarde de diciembre los niños del pequeño pueblo La
Armonía se lanzaron a la calle para divertirse después de la primera nevada
abundante del año. Todos estaban ansiosos por deslizarse en sus trineos. Los
senderos elegidos eran tres. Uno de pendiente suave, terminaba en una planicie y
generalmente estaba lleno de niños y niñas; otro cruzaba el lago helado y lo
preferían los patinadores más temerarios; el tercero bajaba desde el cerro y
moría bruscamente, al llegar a la cerca que rodeaba la carretera.
Encaramados o sentados sobre la cerca, varios muchachos y niñas
descansaban después de una veloz carrera y se divertían haciendo comentarios de
sus compañeros que jugaban sobre la nieve.
-¡Miren a Frank Minot! Es tan formal como un juez -observó un
muchacho de mentón enérgico y mirada inteligente.
-¡Y atrás viene Molly Loo, con su hermano Boo! -canturreó otro,
al divisar a una niña con el pelo suelto que llegaba con un niño pequeño tras de
sí.
-¡Y qué largada la de Gus Burton! -dijo un muchacho alto.
-¡Bravo, Ed Devlin! -exclamaron todos, saludando a un joven de
sonrisa agradable, que siempre tenía una palabra amable para cada niña que
encontraba.
-¡Y allí vienen Jack y Jill!