El eje Sicariato y Policías Privadas dan como producto un ejercito armado que
hace justicia por su propia mano y se sitúan en el amplio territorio
centroamericano; narcotraficantes ligados a gobiernos y vehiculizados por el
mercado a través de aduanas, militares, estructuras gubernamentales, hoteleros,
casas de cambio, venta de automóviles, son fuente de homicidios, pero luchar
contra el aliado, el amigo o quien les proporciona recursos financieros es
imposible, porque cortan su fuente de ingresos, entonces habilitan el discurso e
imaginarios de exclusión contra los jóvenes pobres, pandilleros, migrantes,
indígenas e indigentes.
Frente a este escenario descarnado, tensionado por varios puntos de la
geometría política, aparecen los indígenas exigiendo su reconocimiento, las
comunidades gay irrumpiendo fuertemente en busca de un espacio negado, los
jubilados y desempleados tratando de re-ubicarse dentro del ámbito laboral, los
jóvenes egresados de universidades desencantado de una sociedad con su
respectivo gobierno que le vendió una idea que no embona con la realidad,
campesinos desalojados por las construcciones de nuevas represas que una vez
privatizadas almacenan el agua y negocian con ella, ya sea generando energía o
vinculadas con la industria de las bebidas; niños de hogares desconfigurados por
la pobreza y la exclusión, en fin, múltiples mini y grandes comunidades se
aglutinan para encontrar el camino de la política, aunque los pletóricos del
neoliberalismo afirmen que el fin de las comunidades llegó y es la hora de
individualismo insolente.
No existe, con un escenario abigarrado de conflictos y desigualdades, la
mínima posibilidad de una gobernabilidad perdurable en nuestros pueblos, porque
no hay quien pueda inventar, crear o instrumentar un poder capaz de callar los
reclamos y las voces de los pobres, los sin techos, los sin trabajo, los sin
estudios, los sin patria, los sin nada, los que están en medio de la opulencia
mediática pero ignorado por la sociedad.
Así está funcionando América Latina, con amplias avenidas por donde los
vehículos del neoliberalismo transitan a toda velocidad, cargados de promesas,
hedonismo, imágenes e individualismo; en el mismo territorio, pero ignorados por
los demás y por los medios de
comunicación, están los desposeídos, los que fueron despojados
de sus derechos, los creyentes de la política, los cuestionadores de la
desigualdad que aun creen en las comunidades, en la convergencia de ideas, en
las asociaciones, en la necesidad de rearticular a los fragmentados por el
modelo económico imperante y colocarlos en las coordenadas de la política
efectiva.