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La vida de Azucena seguía su curso normal, con su acostumbrado sabor a muerte. Habían pasado muchos años, desde que su padre se marchó a la eternidad. Una tarde de junio, cerró su oficina como de costumbre, pasadas las tres de la tarde, y Azucena se dirigió a tomar su autobús para volver a casa donde su madre la esperaba con la comida caliente, pues ahora estaba viviendo con ella desde que había regresado de la montaña. En el trayecto del camión, estaba ya acostumbrada a rezar el santo Rosario, pero esta vez el sabor a muerte tan intenso que había sentido toda la mañana no la dejaba en paz, aún a sabiendas de que le sucedía con frecuencia y gracias a Dios, podía constatar que no había ningún fallecido dentro de los suyos, además, ya entendía por qué le sucedía esto, pues lo había trabajado mucho con su psiquiatra a través de estudios, ejercicios y cursos especiales, sin embargo, esta vez había algo muy extraño y la fuerza de la muerte parecía más poderosa que nunca. Estaba ya en casa disfrutando de la sopa de arroz dorada y el mole de pollo, cuando llegó su hermano mayor, quien por ser músico estaba muy al tanto de las noticias y sobre todo si se trataba de los famosos. Sin más, soltó la noticia que acababa de conmover al mundo entero, sin que apenas Azucena lo entendiera. Pues para ella, en su ignorancia de la prensa y medios de comunicación, los famosos le son, prácticamente, desconocidos, ya que toda su vida la ha pasado en monasterios, conventos o misiones y nunca ha estado al tanto de los artistas. Conoce algunos nombres, pero no sabe ni lo que hacen ni lo que cantan, ni de dónde son, ya que está totalmente fuera del mundo artístico.
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Consiga El desierto, umbral de la gloria de Agustina Nuñez de la O en esta página.
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