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Yo no conocía de dónde era, nada de su fama y de su música, ni siquiera su famosísimo “thriller”… Y por tanto tampoco conocía su voz… Habían pasado varias semanas de su muerte y había que seguir esperando para no descuidar mi principal tarea. Ya habría tiempo después para buscar sus videos y su música…
Afuera se hacían lenguas la prensa, la radio, la televisión y el internet y no sé cuántas cosas reales o inventadas se hayan dicho de su persona. En el interior, donde nadie podía entrar, yo a solas con él. ¡Que comprenda quien pueda comprender!
Michael Jackson permaneció en silencio todo el tiempo que lo mantuvieron congelado, según los medios, dejándose simplemente acompañar por mí y mi humilde oración… ¡Esta inexplicable confianza y entrega suya me tenían absolutamente admirada!
Ya casi me había acostumbrado a estar con él, a sufrir y orar por su eterno descanso, cuando por fin anunciaron oficialmente su privado sepelio… ¡Mi misión terminó!, pensé yo… Por supuesto que mi espíritu respetó la gran privacidad que quería su familia. Y el propio Jackson no me llevó consigo, ¡simplemente desapareció en silencio, igual que como había llegado!... No seguí el sepelio ni siquiera por televisión, si es que lo pasaron, respeté profundamente y muy agradecida el querer de su familia y lo único que supe fue que el “Rey del Pop” fue sepultado como él se lo merecía, entre los grandes del mundo, en un panteón de los “Ángeles”. |
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Consiga El desierto, umbral de la gloria de Agustina Nuñez de la O en esta página.
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