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Volvió a cantar, y el Emperador
cayó en un tranquilo y reparador sueño. Al despertar, sintiéndose sano y con fuerzas, vio el sol que entraba por la ventana. Ninguno de sus servidores había entrado todavía en la imperial alcoba, pues todos pensaban que el soberano estaba muerto. Sólo el ruiseñor estaba allí, cantando. |
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