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De Hood a Floreana media una distancia de cuarenta millas marinas. A mediodía, ya estábamos cerca de Gardner, uno de los pequeños islotes situados al este de las islas principales y que no son sino los rebordes de los cráteres, de formas muy características, que afloran del mar. Lo. isla Gardner es la más importante de ellas, con una altura de 250 metros, pero la isla Caldwell, más baja, muestra la forma de cráter más neta. Floreana emergía de tiempo en tiempo del tupido velo de niebla, sólo en forma incompleta y cuando ya estábamos próxima a ella. Al rodear su punta norte y entrar en la bahía Post-office, el mar se tornó tan sereno como un lago, algo muy grato, después de las últimas veinticuatro horas de borrasca. Al parecer, ese es el mejor puerto y lugar de desembarco de la isla y uno de los más bellos de todo el archipiélago. No obstante, es poco utilizado por estar muy apartado de los poblados. Por esta razón continuamos navegando (con vientos en contra) bordeando el lado occidental rumbo a Black-Beach-Road o la rada de Playa Prieta, donde se encuentra el amarradero ordinario. En adelante, emplearé alternadamente las denominaciones españolas o inglesas, según sean las más usuales en el lugar. Así, por ejemplo, en la región sólo se conoce la isla Charles por su antiguo nombre Floreana, la isla James por Santiago, mientras que en otros casos los españoles adoptaron los nombres introducidos por los marinos ingleses. Algunos de los últimos sólo son meras traducciones de los antiguos nombres españoles, en cuyo caso se les da preferencia a estos.

A las seis de la tarde, el "Venecia" se encontraba a pocos metros de la orilla para fondear y pude contemplar entonces con ocio un paisaje por lo demás típico, iluminado por los rayos del sol poniente. Cuando uno se ve trasladado tan de súbito de Guayaquil, con su magnífica vegetación tropical, a estas islas, piensa un momento si en realidad se encuentra en el Ecuador y no en una comarca nórdica. Por cierto, sabía muy bien que no vería una seductora Tahití, pero había imaginado la vista de las Galápagos algo más agradable. La primera impresión es triste, melancólica y casi desconsoladora. Entre los ralos matorrales blancos grisáceos, se asoma en todas partes el suelo de lava pardo oscuro, de modo que en todo el paisaje predomina la lóbrega monotonía de los tonos pardos grisáceos. Sólo las altas cumbres muestran un vestigio de verde claro. Reina en toda la naturaleza un silencio sepulcral. Traté de consolarme pensando que la primera impresión a menudo suele ser engañosa y que a pesar de todo esas islas ofrecerían un gran campo a la investigación científica.

Como se había hecho tarde no bajamos a tierra y dormimos a bordo.

11 al 15 de agosto. Floreana es la isla en la cual Villamil fundó otrora su colonia, dando origen a una pequeña aldea de la cual hace tiempo no han quedado rastros. A media hora de Playa Prieta, hacia el interior de la isla, el señor Valdisan construyó una cómoda casa. Contigua a ella subsiste aún una mísera choza que es habitada de vez en cuando. El lugar se encuentra a 133 metros sobre el nivel del mar.

A una hora de allí, en el interior y la parte alta de la isla, este mismo señor fundó una pequeña hacienda en el lugar donde estaba la vieja aldea, que es cultivada por cuatro o cinco trabajadores y provee de bananas, batatas, papas y algunas otras hortalizas y frutas a las ambulantes compañías recolectoras de orchilla. En la época que coincidió con nuestra estada vivían en la isla catorce a dieciocho personas (incluidas las mujeres y los niños). Abandoné el barco muy temprano y en compañía del capitán Petersen subimos hasta las casas, donde la señora Valdisan nos tributó una cordial acogida. Su marido se encontraba en la isla Chatham.

 
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Visita a las islas de Galápagos de Theodor Wolf   Visita a las islas de Galápagos
de Theodor Wolf

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