En estas páginas se hacen presente
relatos reales, surreales y algunos linderos a la ciencia-ficción, pasajes
prosaicos, poesía narrativa, misceláneas y cuentos en alguna extraña forma tal
vez, las cuales a veces el autor es el protagonista y están narradas en tercera
persona, y contrariamente en otros casos, misteriosamente se pone en la piel de
terceros y se hago cargo de situaciones que no le pertenecen en absoluto. Esto
no quiere decir que siempre sea así, de hecho, a menudo es todo lo contrario,
pero eso no lo se develará aquí, quizá el lector aviste qué lugar ocupa en cada
episodio, de espectador, protagonista u otro desconocido lo cual a éstas alturas
carece de total importancia.
Otra verdad
es que lógicamente quedaron en el camino historias no menos despreciables, pero
se intentó mantener una cierta coherencia en la secuencia visceral de las
mismas, ya que poseen graduales altibajos adrede de tono emocional que se
respetaron con rigor.
En general podría decirse que son ínfimas
historias de breve resolución, portadoras de finales sensatos o no, abiertos o
con algún estilo de fin, no lo sabemos con precisión absoluta; en muchos casos
es de la intrincada preferencia del autor la compañía de los puntos suspensivos.
También es cierto que hubo que jalarse los cabellos más de una vez y remover
incandescentes dagas aún hoy hundidas muy dentro del
pecho.
No todo es realidad, no mucho es ficción,
hay cosas que no son y anhelaría que sucedan, y otras que hubiese deseado no
hayan sucedido jamás. Raro que aquí estén éstas últimas: debe ser por el
magnífico atributo de descender voluminosos pertrechos del lomo.
Se trató de
buscar en cada rincón de lo literal, indagar y por cierto esgrimir palabras
flamantes para unos cuantos seres. No se ha inventado nada aquí. El pan salió
del horno hace rato y muchos no están enterados aún, pero hay conciencia de que
se han utilizado momentos de absoluta y bestial lucidez y de minutos casi
inhóspitos luego de regresar del ?musómico? trance.
De manera magistral puede notarse
como el autor resuelve todo en ?Veinticuatro inviernos?, que pulcra sensibilidad
coloca en ?Claudia de Bavey? y que desolado sentido pesar abarca en ?El final
del camino?.
Se demuestra totalmente pletórico
en ?Merodeando mi desván?, todopoderoso en ?Turquesa? y con reminiscencias al trabalengüismo
en el formidable ?Prodigios?.
Conmovedor y eximio en ?Estío
indígena? y ?La clave de oro?, subyugado en ?A duras penas? y ?Aquí estoy? pero
con descomunal integridad en ?Después del día? donde lo mejor que sabe hacer es
involucrar al lector en carne viva.
Estos son sólo algunos de los
tantos paisajes que de aquí en más restan recorrer. Es algo injusto no dedicarle
a todos unas pocas palabras pero precisamente dejaremos que cada uno de ustedes transite este maravilloso
sendero en la formidable República lingüística de este fértil y peculiar
autor.