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Lo de los Militares fue Mundial de Amílcar Romero
ediciones Bajo la Lupa
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"no lo he leido, posiblemente no hay opinión porque en la R. Argentina ninguno querrá gastar $5.00.- en algo que vivió" hector alfredo scopessi 
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Descripción del libro "Lo de los Militares fue Mundial"
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El Mundial 78 forma parte de la falsa conciencia
nacional. Y fue único a pesar de haber sido más de uno a la vez.
La organización y el apoyo popular obtuvieron sendos logros, ecuménicamente
reconocidos: la Copa y las Madres. Lo uno ya pasó hace un cuarto
de siglo; las otras siguen dando vueltas a la plaza. Se trató de otro
Maracanazo, aunque al revés. En el 50, los brasileños levantaron
hasta el estadio para que 200 mil almas festejaran lo obvio, pero los uruguayos
se apropiaron del título, cumpliéndose el deseo de que es cierto que David puede
vencer a Goliat. Acá tampoco se escatimó en gastos, se dio la lógica de la
ventaja natural de los locales, pero el 6 a 0 a los peruanos y el corte de manga
de los holandeses para el banquete final todavía está resonando, junto con la
bullanga de gritos, cornetas y bocinas en las calles, particularmente alrededor
del Obelisco, más la asquerosa complicidad mediática.
=====================
¿Podía haber sido otra forma? ¿Desde las ciencias sociales no se afirma que
el fútbol, en tanto deporte, siempre tiende a sostener, sí o si, al orden
natural que lo genera? A venticinco años del acontecimiento, tirios y
troyanos siguen afirmando, para exculparse de algún modo y por diferentes
motivos, que se trató de una excepcional manipulación política de algo tan puro
como es la pasión popular por excelencia, sin aclarar si es cierto que la
conciencia de la humanidad, sea para donde sea, aunque se trate sólo
momentáneamente, se puede manejar a destajo o si tales artilugios están
férreamente condicionados por las latencias de todo tipo, por las
condiciones culturales y la historia. En otros términos, se podrá exacerbar y
hasta sesgar algo, pero no inventar. ¿Es tan cierto que la Copa se mira y no se
toca?
Sin embargo, lo que se deja de lado es que la cúpula militar genocida
se murió atragantada por su propio vómito, la enfermó su propia medicina: al ir
a la cancha y ver los hervores compraron como eterna a la virtualidad de su
propia mercancía y confundieron a la historia con un partido de fútbol, con
la diferencia elemental de que éste dura 90' y la historia viene de atrás y
sigue. Los huesos atragantados, indigestibles, no metabolizables, con el dudoso lujo
de obviar incluso por un instante los miles de crímenes contra la humanidad del
industrial terrorismo de Estado, siguen siendo el aparentemente
inexplicable paso al costado del Lobo Carrascosa, nada menos que
el capitán del equipo y con una trayectoria inmaculada en la cancha y en la
vida, ya antes que empezara todo, quién asesinó realmente a Actis, la
organización montada para la reventa de entradas, estadios al cuete, un
costo sideral total que sigue sin superarse, una norma televisiva que dejó tan
sólo al país como a los ingleses con el volante a la derecha, la impresionante
sincronización del cuarto gol en Rosario con la explosión de un kilo y medio de
trotyl, a más de 300 kilómetros de distancia, en la elegante residencia de uno
de los principales funcionarios de la dictadura, en pleno barrio de Belgrano,
más el 6 a 0 a los peruanos que resulta más increíble que el cuento de
Caperucita, sobre todo porque aquí, encima, se quiere contrabandear a este otro
Lobo como naturalmente vegetariano.
El beneficio de inventario no es exhaustivo. Son apenas algunos de los
groseros costalazos que pasaron desapercibidos o el pasionismo futbolero les
pasó por arriba a coro con el parche de las campañas antiargentinas
montadas de consuno por la subversión apátrida, el comunismo
internacional, los idiotas útiles de los socialdemócratas del
Mercado Común Europeo manejados a destejo por los exiliados, todo
completado por el desubicado de James Carter, el conflicto del Beagle que
se venía, las represas fronterizas con Brasil y las Malvinas que
estaban esperando. Todo esto mechado por el camuflaje menottista de lo
izquierdoso, de la aparente infiltración no detectada y entonces poder saludar
solamente al pueblo de las tribunas y no a los milicos, una ensalada intoxicante
que iba a tener su principio del fin en el Mundial siguiente, cuando en Puerto
Argentino se ató por primera vez el pabellón al carro de un enemigo,
levantándose una bandera blanca, y en España los brasileños se tomaban la
revancha mandando anticipadamente de vuelta al seleccionado argentino sin
importarles que estuviera el mismísimo Diego Armando Maradona con el Nº 10 en la
espalda.
La reconstrucción de todo el clima, condiciones y datos desde que a la
Argentina peronista de 1974 le otorgan finalmente, por primera vez, la
organización de un campeonato del mundo que encima no había podido ganar nunca a
pesar de haber llegado a las finales, tras el golpe del 24 de marzo de 1976 en
la mano derecha enarbolando un decreto exterminador como único argumento
es tomado como objetivo primordial por la Marina de Massera y que va a contar,
no sólo para la cobertura estrictamente deportiva, sino para el guitarreo
presuntamente sociológico y futurológico, del más formidable aparato
mediático que se haya visto nunca, sonando como una sinfónica con partitura
única, le permiten al lector/usuario que lo vivió reconstruir lo pasado y a los
jóvenes que siguen escuchando versiones encontradas, más que eso,
disociadas o directamente silencios, intentar seriamente entender qué
pasó en tan controvertido hecho histórico. Tal vez sean unos cuantos más que uno
los que ya se olvidaron desde qué famoso semanario deportivo le inventó al
capitán holandés, antes de la final, una supuesta carta a su hijita donde le
pide que no crea en las mentiritas que le dicen sus amiguitos en el colegio de
Amsterdam, la Argentina si no es el paraíso está cerca porque los que lo tienen
tan bien vigilado y cuidado son unos soldaditos de cuyos fusiles salen flores
(sic). Ni qué decir cuando un día antes del famoso partido al
Chupete Quiroga, el arquero argentino nacionalizado peruano que se
comió la media docena, en el suplemento especial del diario más vendido le
preguntaron cuál era su pálpito acerca de quién podía campeonar y el pobre
rosarino de nacimiento entró como una bestia, confesó lo que le dictaba el
corazoncito de sus ancestros, y aunque pidió que por favor no se lo publiquen
porque se podía prestar a cualquier malentendido, se lo publicaron tal cual,
textual, sic, con pedido de no publicación inclusive, todo a cargo del que en el
momento oportuno, junto a los suyos, se van a marchar con mucha mejor paga con
la P2 que patrocinará la candidatura política del Negro
Massera, y más encima, con los años, para nada casualmente terminará en
vocero oficial del menemismo, y ya antes de los seis pepinos en Lima le
tuvieron que poner custodia policial a la casa del Chupete y a su familia
porque los querían colgar por traidores, la Argentina es un país que acepta la
doble nacionalidad, ésta no se pierde con la muerte y al pobre lo
crucificaron en vida.
No hubo clemencia ni principios ni escrúpulos. No olvidarse que los militares
no tenían plazos, pero sí objetivos. Al Mundial había que ganarlo como sea y si
al único que pescaron dopado in fraganti fue a un incauto
integrante de la selección escocesa, el tratamiento con complejos
vitamínicos a que venían siendo sometidos los argentinos muchos no lo
llamaron nunca de esa manera y al año siguiente iba a ser motivo de otro
escándalo a la Argentina la denuncia de ídolos futboleros como Artime y El
Indio Solari que la papa corría a destajo en todos los
clubes, se estaban matando y los equipos especialmente importados de Europa para
hacer antidoping con la última tecnología se demoraron una eternidad en la
Aduana porque habían venido sin los certificados de la antivariólica y la gente
se seguía atragantando con pescados podridos y albóndigas con vidrio
molido no sólo en este rubro.
Documentalmente, encima, para los que tienen instalado el
RealAudio y están en línea con Internet, la versión en formato PDF
ya viene con los links listos para cliquear y así escuchar toda la música y las
voces de los principales protagonistas de entonces, ya sean uniformados o
militantes de los derechos humanos, los goles, al paroxismo de Muñoz cuando los
tres pitazos finales indican que hay un nuevo campeón del mundo, a lo
macho, a lo argentino, grita hasta el frenesí, todos los hermanos
de América y el mundo nos tiran besos y abrazos, ahí estaba por fin la
consagración, Argentina había mostrado ante el mundo entero la verdad de lo que
era, no más mentiras, lo ya logrado pero también lo que se esperaba, lo que
tenía que continuar, con todas las letras y a todo grito.
Una primera versión de este trabajo fue realizado por el autor para la
colección Yo fui testigo, dirigida por Juan Carlos Cernadas
Lamadrid y Ricardo Halac, editada por Perfil, en la primavera de 1986, con
ocasión del éxito que el programa unitario homónimo estaba logrando en Canal 13.
Totalmente revisado y actualizado, reubicado con otro encuadre teórico, no se
apela a las socorridas y fáciles demonizaciones de unos y exculpaciones a
ultranza de los otros, sobre todo porque son más y por lo tanto buenitos
urbi et orbi.
El testimonio exclusivo y espontáneo de varias Madres de Plaza de Mayo,
contando las vivencias particulares, íntimas, de cómo pasaron aquellos días,
cuando llevaban poco más de dos años y todavía eran consideradas unas Viejas
Locas. La tremenda paradoja que mientras el mundo entero se enteraba, sobre
todo vía tevé, de un fenómeno único como iban a pasar a ser esas solitarias
mujeres de pañuelos blancos en la cabeza, girando de a dos todos los jueves, en
un plaza, frente a una casa de gobierno que no las escuchaba, fue simultáneo a
la ebullición popular que acompañaba los pasos de la selección nacional hacia la
tan ansiada meta y la también inédita curda futbolera de los principales
responsables y autores de un desastre histórico que aunque todavía parece
mentira, se lo festejó cuando era para lamentar. ¿O acaso se trató
de un lamento que había que festejar?
Los delitos contra la humanidad no prescriben; los mundiales de fútbol
tampoco, como el bendito Maracanazo, para siempre en la historia aunque
los brasileños ya sean los únicos pentacampeones. La perspectiva que siempre da
el tiempo, el reordenamiento de hechos y datos, un obvio y lógico
reprocesamiento de la información ofrecen el itinerario de la fiesta de
todos que tuvo lugar y celebraron, con no muchas excepciones, los 25
millones de argentinos de la marchita. La tecnología de punta, como broche,
permite su utilización como una verdadera base de datos y pone al fútbol,
tal como sostiene el antropólogo brasileño Roberto DaMatta, como la única
arena válida donde se puede representar el drama contemporáneo, incluida la
inquietante perspectiva de la pelota echada a correr por Janet Lever, socióloga
norteamericana, después de una investigación de campo sobre la materia en el
vecino país, de que pueda existir una locura específicamente proveniente
del deporte cuyos orígenes se remontan a la Grecia del legendario Edipo y que
formalmente echara a correr el capitalismo industrial inglés en el último cuarto
del siglo XIX, constituyéndose en un fenómeno arrasador que cambió
cualitativamente para siempre la relación espectáculo/espectador y que
antes de cumplir oficialmente un siglo ya era el deporte que mayor difusión y
organización había alcanzado en la historia de la humanidad.
Un trabajo donde se explota hasta tal punto la interactividad de la
informática que el que no salta puede ser tanto un holandés como siendo holandés
se ponga a saltar como si fuera otro argentino. El usuario elige. Las
cáscaras de banana están señalizadas; por lo tanto, una vez retirados de
la ventanilla, ya no habrá más excusas que valgan. Alpiste, ¿está claro?
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Acerca de Amílcar Romero |
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Amílcar Romero nació en Quilmes, provincia de
Buenos Aires. Estudió psicología, sociología y cine. Aparte de trabajar como
periodista en diarios, agencias noticiosas y publicaciones periódicas varias de
Argentina y otros países, lleva publicados más de una docena de títulos en
géneros como ficción, ensayo, literatura documental y testimonial, cuatro como
ghost writer, a lo que se
agrega la traducción del antropólogo social y escritor William
Pilgrim.
Algunos de los libros propios:
-Los noviazgos, 1982 -Deporte,
violencia y política (crónica negra 1958-1983). 1985 -El mito
Pesic, 1986 -Muerte en la cancha (1958-1985), 1986 -La
herencia Manubens Calvet, 1993 -Cómo dominar a su computadora,
1994 -Las barras bravas y la contrasociedad deportiva,
1994 -Antología de jodas futboleras, 1996 -Edipo en noticias
(multimedia), 2002 -El orden de los tiempos (crónicas, multimedia),
2002 -El chico de la sombrilla, 2003
También trabajó como guionista de historietas, tevé
y cine. Dirigió un mediometraje en 16 mm., blanco y negro, para tevé y realizó
dos audiovisuales sobre el carnaval en la puna argentina. Fundó y dirigió una
publicación cultural independiente. A mediados de los '90, analizó seriamente a
través de varios trabajos que vieron la luz pública y otras tinieblas el
fenómeno del AMI, acrónimo de argentino medio informatizado, sobre
todo en torno a la confusión que se genera a si el adjetivo sánguche,
mediatizador, alude y califica al gentilicio o al estado tecnológico, cultural y
existencial del alevosamente victimizado, como también la inquietante
alternativa sobrante como es que sea simultáneo a ambos o a ninguno de los dos
jamás.
Fue testigo privilegiado y partícipe
involuntario del naufragio e ida a pique de dos Titanics del periodismo
nacional: La Razón y Perfil.
Ahora, si como alguna vez señalara el -a su juicio- incomparable Emilio
Petcofff, la verdadera carrera de un periodista profesional se mide no por las
publicaciones que inaugura si no por las que se le cierran encima, acumula en su
haber un interesante bagaje de antecedentes.
Durante 1984, con la publicación de un informe al
que el mensuario Todo es historia le dedicó la tapa y 24 páginas del
interior, a propósito del Caso Souto (abril 9, 1967), comenzó una tarea
sistemática sobre el tema de la violencia futbolera. Se trató de la primera
nómina (incompleta, por cierto, y con no pocos errores) de las víctimas fatales
que aparecían hasta entonces y de movida fijó a 1958, luego de la catástrofe
deportiva en el Mundial de Suecia que sufriera la soberbia deportiva argentina y
la instauración del Fútbol Espectáculo SA bajo el modelo del Real Madrid
de Santiago Bernabeu, como el punto de inflexión en que irrumpe el fenómeno
barra brava como hoy se la conoce.
Luego, en sucesivos trabajos, fue agregando
elementos a un marco teórico propio que no tardó en ir siendo adoptado, aunque
muchas veces sin ponerle comillas, y partiendo de que el origen del fútbol se
encuentra en el episkyros jugado con los Juegos Itsmícos en honor a Teseo, con
cuna en la leyenda de Escirón de Mégara, también puntualizó la existencia de una
violencia propia de la dichosa pasión de multitudes como, del mismo modo que el
mundo reconoce un estilo argentino de jugarlo, otro tanto ocurre con la forma en
que esa violencia se da, ofreciendo por primera vez los modelos del proceso de
antagonización que culturalmente se han venido dando desde el original
Inglaterra vs. Escocia, un fenómeno sin el cual no es concebible el fútbol
propiamente dicho y todo lo que suscita.
El otro aporte fundamental, más resistido que
cuestionado, consistió en sacar a relucir que del mismo modo que la originalidad
en el proceso de antagonización argentino, diferente tanto al europeo original
como al del resto de Sudamérica, daba ese sesgo único, a partir de los '60, la
instauración de la entonces llamada economía social de mercado solamente
en un microcosmos como es el fútbol mientras la macrosociedad navegaba a la
deriva, entre golpes de Estado y una crisis tan crónica como creciente, había
dado lugar a un fenómeno también tan propio como desatendido: la inversión de la
llamada Teoría del Reflejo o especularización, en la sociología general, donde
en los deportes en general se produce una llegada y asimilación tardía de los
cambios que se operan en la estructura social. En Argentina comenzó a darse que
el fútbol pasó a convertirse en modelo social, en adelantarse al resto de
la sociedad y a marcar en que todo lo que comenzaba deportivo, no tardaba en
devenir político. Por ejemplo, como salta a la luz en la reconstrucción
documental El chico de la sombrilla, de lejos el hecho más emblemático de este fenómeno,
también título de esta editorial, tanto el revulsivo Y, algo habrá hecho
como la primera eclosión pública de madres con reclamos frente a la
impunidad generalizada y el borrador de los que serán los Grupos de
Tareas ya se hizo presente en el otoño de 1967, casi una década antes de su
entrada en acción en la sociedad toda. Esta hipótesis actualmente es expuesta en
algunas cátedras universitarias, no siempre con la debida fuente de la cita de
su verdadero origen.
Paralelamente, desde también mediados de los ´80 y
hasta fines de los ´90, diseñó, cargo y mantuvo la única base de datos
sobre la violencia futbolera del país apoyándose en las noticias aparecidas en
diarios y revistas, especializadas o no, dada la carencia e imposibilidad total
de contar con información oficial al respecto. La farsa del discurso de los
dirigentes en cuanto a que los partidos nocturnos favorecían el violentismo,
cuando en realidad era una exigencia policial y así poder participar más del
nuevo negocio y la cuota de poder correspondiente, la organización mínima de la
esctructura interna de una barra, el paso de un modo de vida a un medio de vida,
esto es, la profesionalización y el status barrabrava, merced a ingresos
regulares por cantidad pactadas de entradas gratis a la cúpula que son
revendidas, el aporte regular un diezmo de sus ingresos por parte de la gran
mayoría de jugadores y técnicos, más la organización y servicio de custodia de
las movilizaciones propias a partidos de visitantes, sobre todo en el exterior,
cobrando un plus tanto al hincha que pagaba el pasaje y la entrada como a los
transportistas que ponen los micros que se chartean fueron algunos de los
elementos fundamentales aportados. Ya en enero de 1983, con la publicación de
tres informes exclusivos para un semanario que entonces editaba Perfil había
vuelto a poner de manifiesto la total y estrecha relación dirigencia/barra,
incluso con intendentes civiles de la época que les daban un sueldo fraguando
supuestos contratos como choferes municipales.
En 1986 participó en uno de los paneles del
Congreso sobre Inflación y Violencia que organizara la Universidad
Kennedy. El mismo año realizó un informe sobre la situación en la materia para
un organismo especializado de la ONU y al año siguiente era nombrado
integrante de una comisión especial surgida del Segusports Iº organizado en
Chapadmalal por el gobierno de entonces y que tuvo el mismo objetivo, vida y
destino que tienen estas comisiones en el país: el honorífico diploma con el
nombramiento. A mediados de 1985 fue el único que salió al cruce del panacea del
engendro llamado Ley De la Rúa, la que fue aprobada en ambas cámaras del
Congreso de la Nación por unanimidad y en tiempo récord, en la primera maratón
legislativa de la que se tenga memoria, y se sostuvo, ante la indiferencia
generalizada por los constantes moscardones que nunca faltan, que en realidad no
se venía a tapar ningún bache legal, que la flamante norma estaba lejos de ser
solución alguna y que más que otorgar una herramienta para reprimir a las barras
bravas, les otorgaba fuero deportivo, sin contar la aberración que era
sacar a los deudos como particulares damnificados y poner al Fiscal General de
la Nación en tal condición, cuando la violencia policial era la principal causa
de muerte en las canchas, del mismo modo que el verdadero valor jurídico que
protegía no eran los que ya estaban a cubierto en el Código Penal vigente, sino
de manera vergonzante se incorporaba como tal a los intereses de Fútbol
Espectáculo SA, toda vez que se aumentaba un 33% la penalidad de cualquier
delito si también interrumpía el partido y quedaban fuera de su jurisdicción
todos aquellos hechos que ocurrieran lejanos en el espacio/tiempo de los mismos,
con lo cual quedaba afuera prácticamente la mitad del rito futbolero. Al año
siguiente, sólo del punto de vista cuantitativo, estadístico, los hechos de
violencia en todo el país habían crecido un 700%. Dos décadas después ya se
tienen prácticamente cuatro legislaciones especiales tras sucesivos fracasos y
más del doble de víctimas fatales de lo que se tardó antes en mucho tiempo más,
con el agregado de dos tragedias en el Monumental que se cobraron ellas solas 80
muertos.
En la actualidad se encuentra trabajando
sobre los orígenes socioculturales del superclásico River-Boca y el fenómeno de
la cancionística popular ligada al fútbol, que se inicia con dos pioneros, cada
uno en su género, como fueron el bandoneonista Vicente
Garrote Greco,
fundador de la primera orquesta típica y compositor de Racing Club
(1913), tango justamente dedicado a La Academia, el equipo instaurador
del fútbol criollo en esa década, hasta llegar a la actual cumbia villera y
pasando por el curioso y folclórico fenómeno musical y comercial que fue Carlos
Argentino, El Rey de la Pachanga. También está entre los planes inmediatos la edición mensual
electrónica de una colección de papers, monografías, ensayos e investigaciones en general
sobre ciencias sociales y deportes, titulada
BiblioSports.
Enviado especialmente por un semanario
chileno de actualidad para cubrir los fastos del 25 de mayo de 1973 en Buenos
Aires, no solamente pudo conocer y entrevistar personalmente a Salvador Allende,
sino que para el 5 de setiembre de ese mismo año tenía similar misión en el
charter presidencial
que llevaría a la delegación trasandina a la reunión de países del Tercer Mundo
que se iba a celebrar en Argel, viaje que fue oficial y abruptamente suspendido
por la inminencia de lo que ya se venía. Para la cobertura del derrocamiento que
partiera en dos a la historia latinoamericana colaboró en
Liberation, el matutino
que fundara y en ese momento dirigía personalmente Jean-Paul Sartre, bajo la
coordinación de Philippe Gavi, por entonces secretario personal del autor de
Los caminos de la libertad.
Desde octubre de 1973, en que justamente como
parte del pago de esa labor se le dio alojamiento en el Barrio Latino de la
capital francesa, fue que sufrió el flechazo a primera vista y pasó a
considerarse un sudaca
irredento: ama a París entrañablemente y, como Vittorio Gassman, comparte la
absoluta convicción que se trata de algo idéntico a la pasión con una mujer
imposible: al estar lejos, no se puede entender cómo se puede vivir sin ella.
Hijo y nieto de provincianos, de gente de campo, no desespera en que algún día
podría llegar a reconciliarse con la Santa María de los Buenos Ayres.
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