1.- Introducción.
A modo de presagio que llegara desde el pasado, y tras la
culminación de unos tiempos de desmemoria de lo acontecido siglos atrás, en los
que la existencia de unos valores superiores y aceptados como tales facilitaba y
conducía el comportamiento del ser humano en sociedad, cabría comenzar diciendo
que el hombre actual se puede sentir y, lo que es más
grave, encontrar vacío. No se trata, esta premisa, de una elucubración meramente
intelectual. Incluso, a primera vista, puede carecer de sentido ante la tamaña
grandeur que ha
pretendido alcanzar en su desarrollo científico. Como dice Giandomenico
Mucci2 el hombre
actual es un ser inseguro, que en vez de una fe sólida tiene una esperanza.
Y, lo que es peor aún, un cálculo pragmático. Si echamos una
mirada a la realidad que nos rodea veremos que no se trata sino de la
constatación de un preocupante presente. Un presente lleno de certezas
otorgadas, a modo de creencias, por los medios de socialización imperantes pero
que, en el fondo, esconden una inseguridad propia del gigante con pies de barro.
El hombre, bastante "inconsciente" de su propia situación, es un peligro para su
propia existencia pues limita, con su actitud, el desarrollo de su presente e
hipoteca, por eso, su futuro.
Históricamente, y filosóficamente hablando, el relativismo
ha sido profusamente tratado a lo largo de los siglos. Que esto se haya
transmitido al sentir general de la sociedad ha sido, eso sí, cuestión de un
largo proceso.
2 En entrevista realizada al citado sacerdote jesuita en la revista
Humanitas (nº 16) por parte de M