Este escrito de Cicerón lo representa a él como base de la
lengua latina y también como base fundamental para el hoy, restablecido,
arte oratorio.
En un diálogo figurativo con su hijo Cicerón, hace
alusión a todas y cada una de las partes que están involucradas en
la oratoria. Este arte, mostrado aquí en su total complejidad, se nos
representa como un cuerpo, listo para ser diseccionado y analizado parte por
parte.
Lo que se plantea en la obra como resultado es que el hablar, el expresar las
opiniones, no es solo la utilización correcta de la gramática de
la lengua sino también conseguir un discurso verdadero, que responda a
nuestras intenciones y que sea claro por sobre todas las cosas.
Utilizando un lenguaje claro y preciso Cicerón nos enseña el
arte que él dominó en su totalidad y del cual se valió para
manifestar sus opiniones, tanto en Roma como en su destierro a
Grecia.