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Todos estábamos ansiosos de ver Cabo Frío. Ya a la salida del sol, algunos creyeron descubrir tierra, pero no fue sino entre las diez y once de la mañana cuando se divisaron las primeras formas. Poco a poco, comenzaron a perfilarse los contornos de una hilera de montañas, si bien del todo borrosos. Más tarde, se agregó a la izquierda, hacia occidente, una montaña cónica. En cambio, no se podía distinguir aún el Cabo Frío, si bien una sombra oscura que continuaba la cordillera hacia el este indicaba la región donde debía buscarse esta pronunciada saliente del gran continente sudamericano.

Nuestros instrumentos señalaron la posición del buque a mediodía a 230 20' latitud sur Y 420 40' 15" longitud oeste de Greenwich y la posición de entrada a la bahía de Río al noroeste a treinta y ocho millas marinas frente a nosotros, mientras que la de la cadena hacia la cual habíamos enfilado, la cordillera próxima a Cabo Negro, la. fijaba a una distancia de veinticuatro millas marinas en dirección norte.

Viento y mar se habían aplacado. Las bonitas velas estaban desplegadas y nuestro nuevo rumbo hacia el noroeste nos permitía navegar con la proa hacia el viento.

Tanto la temperatura del aire corno la del mar eran sorprendentemente bajas. El agua había trocado su tonalidad azul ultramarino por un verde claro y pálido. Una azulada bruma lechosa quitaba a la atmósfera parte de su transparencia en la proximidad del horizonte. La costa elevada sólo se veía como a través de un velo.

Ese día, la. hora del almuerzo se fijó más temprano que de costumbre, pues se estimaba que a las cuatro podíamos encontrarnos ya frente a la rada. Una vez concluida la comida subimos a cubierta y observamos que parte de la tripulación había cambiado sus ropas de faena por camisas y pantalones blancos. Todos estaban ocupados en ordenar las jarcias para quitarles el aspecto de la travesía, barrer las cubiertas, sacar brillo a los metales, preparar los cañones para las salvas de salutación y tener prontas las anclas.

Uno tras otro, hicieron su aparición los oficiales con sus uniformes completos.

Todo ese desacostumbrado y solemne esplendor casi no nos permitió reconocer la cubierta del "S. Michele". Me apresuré a unirme a un grupo de curiosos, que se habían instalado en derredor del bauprés y sobre él, así como en la empavesada. También se podían ver algunas figuras de blanco sentadas sobre las vergas en lo alto del palo de trinquete.

Todos tenían la vista fija en las curiosas formas de la costa escarpada que se extendía ante nosotros de oeste a este en su inmenso desarrollo. A la izquierda, emergía del mar como un aisla un cono pequeño. A la derecha de éste, algunas islitas más, alineadas al igual que puntos y seguidamente la maravillosa cadena, cuyos contornos semejan a un gigante yacente, el gigante que indica a los barcos, después de una larga travesía, su segura entrada al puerto de Río, ¡rey entre los puertos! La cabeza con una enorme nariz aguileña y la boca abierta están formadas por el escarpado peñasco llamado la "Gávea", al que los marineros británicos bautizaron con el nombre más adecuado de "Lord Hood'snose". Las manos aparecen cruzadas sobre el estómago: se consideran como tales las dos cumbres del Tijuca: el Pico do Papagaioy la otra, a su derecha, que reciben conjuntamente el nombre "osdous irmaos" (los dos hermanos), ese día casi ocultos por la niebla. La rodilla que apunta hacia arriba es el puntiagudo "Corcovado" , y el "Páo de Azucar", un imponente cono rocoso que hace honor a su nombre, forma el inmenso pie. A la derecha, a los pies del vigía dormido, muy cerca de la empinada pendiente del Pan de Azucar, se encuentra la angosta entrada al puerto con sus pequeñas islas redondas en una de las cuales la Ilha Raza (isla rasa) se alza un faro. Detrás de este grupo continúa una cadena de montañas abruptas y empinadas, o mejor dicho una hilera de montañas aisladas unidas en su base. Estas montañas presentan las formas más raras, aunque siempre hermosas y nobles con sus cumbres combadas, montañas cónicas aisladas o dos conos unidos por una cresta que continúan la línea de la costa hacia el este y se pierden en la niebla en dirección hacia Cabo Frío. Algunos bergantines se deslizaban frente a la costa.

 
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Desembarque en Río de Janeiro de Adalberto de Prusia   Desembarque en Río de Janeiro
de Adalberto de Prusia

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