Como en un delta cuyas variaciones sorprenden inagotablemente, se entrecruzan textos diferentes en este relato de Pacho O''Donnell. Uno de ellos es la historia de don Carlitos, hombre fascinado por la vida y trabajos de las hormigas, que ha superado un hecho trágico en su vida mediante una especie de sabiduría lograda a partir de una alquimia verbal: combinaciones de frases hechas y refranes de las que surgen definiciones del mundo que otorga a su autor fama de hombre milagroso. Otro es el relato de LA CALLE DE LA PAZ, la película de Carlitos Chaplín ya para siempre arraigada en la mitología del tiempo de la nostalgia. Otros son citas que aluden a zonas muy distintas de la realidad sobre la iridomyr mex humilis, la hormiga argentina... Tantos hilos diferentes del relato se apartan y a la vez coinciden: confluyen sin cesar en la profunda unidad que está situada más allá de la diversidad abigarrada de la superficie. Una aventura verbal que es, sobre todo, una temeraria incursión en la realidad, un buceo que no se contenta con respuestas fáciles ante el misterio del mundo. "Vislumbro que Las Hormigas De Carlitos Chaplín, dice el propio autor, trata de la falacia de dar por verdadero lo real, de quedar atrapado en la escueta y aplanada apariencia. Cegándose a lo subyacente, a lo imaginario, aquella otra dimensión que haciendo trizas el espejismo de esa realidad aparente, denunciando su mentirosa obviedad, al mismo tiempo le confiere el soplo de verdad. No hay certeza ni mentira, error ni acierto, tanto lo real como lo imaginario son verdaderos... Los decorados de la realidad: personas, objetos, tiempo, espacio, etc, sólo cobran vida-verdad a partir de los fantasmas que provocan, fantasmas deseantes... Lo real y lo imaginario ignorándose, apareándose, bombardeándose. De ello trata, me parece, mi novela. Por eso su texto despedazado, estructurado en una serie de planos que lo atraviesan en todas direcciones (como el deseo), orbitando sin agotarse, abriéndose hacia el infinito. Planos cuya significación, igual que las frases de don Carlitos, igual que los signos de la realidad, admiten tantas decodificaciones como códigos los aborden".
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