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La novela de una vocacion de  Juan P. Ramos  

La novela de una vocacion
de Juan P. Ramos


ediciones 
Guillermo Kraft

Edición: 1946
Tomos: 1
ISBN: @
Medidas: 19,4 x 27 cm
Estado: Muy Bueno
Género: Correspondencia
Peso: 1250 gramos

 
Comentario del libro Reseña del libro
 
Libro Usado Castellano
Formato libro
impreso
 
345 Pág.
U$S 230.09
C O M P R A R
* Los importes están expresados en dólares estadounidenses.
Política de Devoluciones.
 

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Descripción del libro usado "La novela de una vocacion"


Las cartas de este libro fueron escritas en la adolescencia y la juventud. Forman la trama de una novela de sueños, vivida entre los 16 y los 22 años.
El personaje central es la literatura y no el hombre, en mocedad, que las escribió golosamente en el gozo del primer amor. Estando yo en París, en 1925, la novela de sueños tuvo un epílogo extraño. Sin saber que existían los borradores de estas viejas cartas, su espíritu inspirador me condujo de la mano a una evagación literaria la primera vez que hallé en el Luxemburgo un recuerdo de mi adolescencia.
Acabó en la Fantasía sobre un hombre vestido de poeta, que la Academia Argentina de Letras publicó en su Boletín y en un librito el año 1943. Rafael Alberto Arrieta me lo señaló, casi con estas mismas palabras, cuando leyó las viejas cartas que hoy son mi novela de mí mismo, a los cuarenta y tantos años de haber sido escritas.
Éramos tres amigos que compartíamos en intimidad ideas, actos y sueños. Desde que me encontré con Antonio Chaves Paz en la segunda división de 4° año del Colegio Nacional, el año 1894, cuando yo tenía quince, nos vinculamos cariñosamente en todo. Antuco me puso en relación con Paco Ortiz, hermano del poeta Carlos Ortiz, asesinado más tarde por los políticos de la provincia. Andábamos juntos de día y de noche, por los grandes espacios abiertos de la literatura y por los grandes espacios abiertos de la literatura y por los andurriales de la vida. Tuvimos la suerte de no tropezar y caer en éstos, como algunos amigos de otros gurpos, ni de considerarnos escritores porque borroneábamos versos y prosas en un exiguo español exageradamente afrancesado. Aguzamos el buen sentido crítico de saber ver lo poco que tenían de bueno nuestras cabriolas literarias y lo mal que empleábamos en nuestra sintaxis de excesiva adjetivación el difícil instrumento de nuestra lengua, que, cuando anda en manos torpes, arrastra con facilidad al énfasis verbal y al período puramente palabrero.
Un día, hartos de comprobar que en cada frase de nuestros escritos había mucho más de más que de menos, resolvimos empezar a aprender el arte de escribir leyendo y no resolvimos empezar a aprender el arte de escribir leyendo y no escribiendo, aunque sí escribiéndonos a nosotros mismos cartas sobre todo lo que pasara por nuestras cabezas en materia literaria. Por ser muy precoces, habíamos leído enormemente en nustros pocos años de edad y lo volcábamos, con visible delectación de pedantería, en las cartas que nos mandábamos casi día por medio. Según mis recuerdos, las iniciamos a fines de 1895 y duraron hasta 1902 en que la vida nos separó materialmente y espiritualmente.
Redactamos un plan de preguntas y respuestas que, como en natural, nunca se cumplió porque, desde el principio, el espíritu travieso de Paco Ortiz halló el modo de burlarlo trabajando menos y aprovechando más el deseo que tenían los otros dos socios de mostrar su suficiencia. Provocaba infinidad de cuestiones en cortas esquelitas que nos mandaba a Chaves y a mí, a raíz de cualquier lectura o conversación. De ese modo aprendimos a no discutir en vano, como los demás compañeros de aficiones, sino a concretar en ideas y palabras lo que pensábamos o presentíamos sobre algo. Luego lo discutíamos los tres, medio a oscuras, en un altillo de la casa de Chaves Paz, los meses de verano, y en las largas noches de invierno con una ponchera de coñac por delante, hasta bien entrado el día, a veces.
Teníamos la suerte de ser libres como los pájaros y llevar casi siempre algunos pesos en los bolsillos, algunas ideas en la cabeza, algunas rimas en la boca y alguna novelita de amor en el corazón. Leíamos y escribíamos a no poder más, buscando por todos los medios la manera de leer y escribir que resultara mejor. Un profesor de inglés que yo había tenido, desde niño, y que aparece en alguna carta de esta publicación, me enseñó el arte de la lectura, que yo, a mi vez, transmité a mis dos compañeros...

Observaciones:

El libro se encuentra en buen estado, pero su sobrecubierta esta dañada.

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