Alexandr Serguéievich Pushkin (1799-1837) en muy breve lapso -desde su éxito inicial en 1820, con Ruslán y Ludmila, hasta su temprana muerte, ocurrida en aciago duelo-, pero con una producción literaria muy amplia y diversa -pues incursionó prácticamente en todos los géneros literarios y aun en terrenos colindantes, como el periodismo y la historiografía-, habría de revolucionar la cultura rusa a comienzos del siglo XIX. Es que Pushkin, con su obra múltiple y deslumbrante, viene a representar la culminación de un vasto movimiento que liberó a la literatura rusa del rezagado seudo-clasicismo oficial y de la actitud imitativa frente a los modelos extranjeros, especialmente franceses, otorgando además al lenguaje cotidiano un valor fundamental en la elaboración del idioma literario. En verdad, con todas sus características, tanto románticas como realistas, Pushkin -de origen aristocrático, de vida turbulenta e inquieta- se erige en el primer escritor moderno de Rusia, el fundador de esa formidable estirpe que incluye a Gógol y Dostoievski, a Tolstoi y Chéjov, entre las figuras mayores.
En la hija del capitán la narración histórico-personal va unida a la crónica política rusa y muestra un amplio panorama de la época, en su aspecto familiar doméstico y estatal. Puskin valoraba mucho el don de contar el pasado sin la menor solemnidad, "de modo bien doméstico". De la descripción de un grupo familiar, como desde un marco tranquilo y tibio, sobresale violentamente el cuadro de la revuelta popular de Pugachov, que se hizo llamar Pedro III para poder acusar a la emperatriz Catalina la Grande de la usurpación del trono y del intento de asesinato de su marido, que era precisamente Pedro III. Pushkin habló con muchas personas que recordaban aún a Pugachov.
 Ir al inicio
|
Reseña del libro
