Esta es, lector, contada por él mismo, la vida de un liberal de nuestro ayer inmediato, de un demócrata rabioso que, tras servir largos años a la monarquía, hubo de proclamarse "monárquico sin rey, al servicio de la Republica" -aunque no a la manera de Ortega, Marañón y compañía- cuando vio cómo perjuraba el monarca y entregaba el poder a "una dictadura inmoral y analfabeta".
Concejal y teniente de alcalde, en Madrid, gobernador civil de Barcelona y ministro de Fomento del antiguo régimen; diputado a Cortes de la monarquía y la República y, más tarde, delegado ante la Sociedad de Naciones y embajador en Bruselas, París y Buenos Aires, a todo prefirió siempre don Ángel el ejercicio de su profesión, y a todos los títulos y distinciones el de Decano del Colegio de Abogados de Madrid. Destacan sus defensas de Unamuno y Antoni María Sbert, durante la dictadura; las de Alcalá Zamora y Miguel Maura, en los estertores de la monarquía; la de Luis Companys, durante el "bienio negro".
Seducido por las doctrinas de Dom Sturzo, pionero de la democracia cristiana italiana, Ossorio trató de promover en España un movimiento similar, y creó el Partido Social Popular, de corta vida, antecedente cierto de los actuales partidos españoles de esa tendencia o color.
Como liberal y demócrata que era, Ossorio y Gallardo no podía ser sino tolerante al máximo. Fue también un gran optimista: "Huye de los hombres que no ríen", es uno de los aforismos -especie de arte de vivir o "reglas para andar por el mundo- con que termina su libro.
Nacido en Madrid en 1873, moriría en Buenos Aires en 1946, como exiliado republicano y siempre el mismo: cristiano de tendencias sociales avanzadas, hombre honesto a carta cabal, irreconciliable enemigo de todas las dictaduras.
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