No hallarás nunca paz ni consuela. Arde para siempre...
Así reza la carta que, escrita con la propia sangre de su hijo Harald, recibe en Alemania Amelia Guntlieb, días después de que la policía islandesa encontrara el cadáver del muchacho en la Facultad de Historia de Reikiavik: un cadáver al que, además, le han sacado los ojos y está marcado con extraños signos que dejan a los forenses entre el estupor y el espanto. Descontentos con el trabajo de la policía, y deseosos de que la verdad se descubra de la forma más discreta posible, los padres del joven contratan los servicios de Dora, una letrada islandesa a la que ayudará Matthew, el abogado alemán que envía la familia. Dora y Matthew inician una investigación que les conducirá desde la moderna Reikiavik al extremo noroeste de la isla, una zona inhóspita y salvaje donde, como en tantos otros lugares de Europa, se llevaron a cabo ejecuciones de decenas de personas acusadas de brujería. A los dos abogados no les quedará otro remedio que sumergirse en los restos y documentos de aquel nefasto episodio de la historia de Islandia para encontrar la clave de un asesinato que parece haberse inspirado en ancestrales rituales.
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