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ediciones
Borocaba
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Edición:
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1954
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Tomos:
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1
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Medidas:
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14,3 x 19,5 cm
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Estado:
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Bueno
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Género:
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Literatura - Ensayos
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Peso:
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250 gramos
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Reseña del libro
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* Los importes están expresados en dólares estadounidenses. Política de Devoluciones.
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Descripción del libro usado "El infierno"
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El Infierno no es más que eso: el análisis frío de un montón de seres humanos vistos por sí mismos, en esos momentos en que el hombre por creerse solo, destaca todo el obscuro fermento racial que lleva dentro, cuidadosamente envuelto en diez, en veinte, en cien empaques que se llaman conveniencias, prejuicios, conceptos sociales... Libro extraño y desconcertante, hecho con figuras que se mueven en perspectiva de sueño, después de leer sus páginas nadie puede decir que no las ha vivido: tal es la fuerza vital que de ellas se desprende". Con estas palabras un crítico señaló la alta trascendencia de la famosa obra de Henry Barbusse, verdadero renovador de la literatura social, a la que insufló una nueva y potente fuerza, y cuya gravitación hariase sentir de manera tan sensible a partir de su publicación. De origen humilde y con una enfermedad que minó sus pulmones a edad temprana, a pesar de lo cual sobrevivió 61 años (nació en 1873, en Asnières, Francia, y expiró en Moscú en 1935), fué, además de un extraordinario escritor, un periodista clarividente y un hombre en el más ancho sentido. Tan hombre, que se opuso con su palabra y su pluma a la guerra que asoló a Europa en 1914, pero en peligro su patria y no obstante su enfermedad crónica, pidió ser llevado al frente de batalla, de donde regresó con el medallón de una herida y con un nuevo libro en las entrañas: El Fuego, documento terrible de aquella matanza universal en que la humanidad pareció enlodarse tanto o más que el soldado en las trincheras. Pero fué El Infierno el que le abrió las puertas de la gloria y el que inauguró en este siglo una original tendencia filosófica, y su lectura ha de producir en el hombre actual la misma impresión de hondura y estremecimiento que recibió Francia y más tarde el Viejo Continente, cuando Barbusse lo cedió a la inmortalidad.
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