Un grupo de personas que integra un curso de Control Mental pasa un fin de semana en una estancia. Allí tiene lugar una serie de amoríos fugaces y revelaciones apenas trascendentes, incluso para ellos. Esto sería todo, si la que nos lo relatara no fuera una mujer perturbada, aparentemente a causa de lo que sucedió en esos días. Magdalena tiene dificultades para recordar, pero no por eso deja de hablar. Y al hablar se interna en senderos laterales donde ella misma se asombra de lo que encuentra: su infancia, Dios, el ser judía y mujer y argentina, los diferentes matices de la luz, el verdadero color de su memoria. Es como esa señora a quien le aconsejaron que pensara antes de hablar, y respondió: "¿Cómo puedo saber lo que pienso antes de oír lo que digo?" Afortunadamente, hay un médico bondadoso, viejo amigo de familia, que charlando con ella ayuda a Magdalena a retornar al camino principal, sin privamos de las delicias de esos senderos laterales. Cuando digo Magdalena explota de manera maravillosa los cabos sueltos que deja siempre la vida y las bifurcaciones que manifiesta todo pensamiento humano cuando trata de unirlos. Potenciando hasta el virtuosismo los alcances del diálogo en una larguísima cura a través de la conversación, conjugando el humor, la emoción, la conciencia existencial y el absurdo en un libro de agridulce e irrepetible alegría, Alicia Steimberg obtuvo el Premio de Novela Planeta Biblioteca del Sur 1992, deslumbrando al jurado compuesto por José Donoso, Mario Lacruz, Dalmiro Sáenz, Antonio Dal Masetto y Juan Forn.
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Reseña del libro
