Aproximación al pasado
En julio de 1812, Bernardino Rivadavia mandó por decreto
escribir la "Historia Filosófica de nuestra feliz Revolución". Ochenta años más
tarde, Vicente Fidel López concluía el último tomo de la Historia de la
República Argentina. Su origen, su revolución y su desarrollo político hasta
1852 (publicado en 1893). Hacía apenas un lustro que Bartolomé Mitre había
dado a conocer, en 1887, la Historia de San Martín y de la Emancipación
Sudamericana y la cuarta y definitiva edición de la Historia de Belgrano
y de la Independencia Argentina. Entre estas fechas había transcurrido el
siglo argentino que alumbró la Revolución de Mayo.
Entre la política y la historia
La historia de lo que Mitre y V. F. López llamaron revolución
argentina se formó durante aquel siglo al calor de un objeto muy próximo, en el
que aún sobrevivían la tradición oral y el testimonio de los protagonistas. Los
días de mayo, la Asamblea del año XIII, el Congreso de Tucumán, el cruce de los
Andes y la anarquía de 1820 eran capítulos de una historia que se podía
rememorar o reconstruir. El historiador disponía para ello de un lenguaje, de
perspectivas diversas proyectadas desde el presente hacia el pasado, y de una
experiencia envolvente cuyo círculo más pequeño rodeaba aquel municipio porteño
de 1810 y los más amplios abarcaban el horizonte de la historia universal.
La experiencia era, en gran medida, un genio bifronte. Nuestros
historiadores tenían poco que ver, por regla general, con la actitud y el estilo
de un hombre como Edward Gibbon que, en el setecientos, narraba el ascenso y la
decadencia de una civilización desde la posición de un observador neutral. Las
palabras con que, en la primera página de sus Memorias, Gibbon invitaba a
recordar "los trabajos simples de una vida privada y literaria", eran en este
sentido paradigmáticas y abrían camino para una temprana especialización
historiográfica.