Por no fijarse en las coqueterías y devaneos de su mujer, el pobre Marcos Ruiz tenía fama de zonzo. Pero más zonza era ella, Currita, pues que, siendo en realidad una buena muchacha, hacía lo posible para no parecerlo. Y aun más zonzo que ella era Paco del Val, que malgastaba miserablemente su tiempo siguiéndola como su sombra, mientras ella se reía de é1 con todo el mundo, incluso con su propio marido.
Apercibido de la triple y creciente zoncera que pesaba como una fatalidad sobre esas tres vidas, desquiciando y esterilizándolas, Jacobo Téllez resolvió deshacer el entuerto. Porque Jacobo Téllez estaba muy vinculado a los esposos Ruiz y a del Val, y era un excelente sujeto, lleno de justicia y caridad cristiana...
Dirigióse pues a casa de su amigo Marcos, y, hallándolo solo en su escritorio, le dijo solemnemente:
-Bien sabes, Marcos, la amistad que nos profesamos desde la infancia. En nombre de esa amistad vengo a prestarte algo que reputo un positivo servicio... Quiero ponerte en guardia contra cuentos y calumnias que circulan en sociedad, harto injustamente, respecto de tu mujer... Currita es toda una señora, lo sé; pero no siempre lo parece... Es preciso que cortes los abusos de su libertad, ¡pues que te pone en ridículo!
Esa misma tarde, Jacoho se encontró con Paco, y lo observó, ala subterfugios ni preámbulos: