EPIGRAFE Nº1
El 19 de noviembre de 1967 estaba visitando la catedral de
Lima, en Perú, dentro del programa que me había autoimpuesto, como
recorrido obligado para el mejor y mayor conocimiento de los vestigios
arquitectónicos, en general, de la colonización hispana en
aquellas latitudes. Conocimientos, por otro lado, necesarios para el libro que
estaba escribiendo, titulado "Las Dos Culturas" y que era el causante
de que me encontrara en aquel grande y hermoso país.
Cuando salí de la catedral de Lima, me dirigí al
antiguo barrio español, deambulando sin ningún rumbo fijo por una
y otra calle, mirando y remirando todo lo que despertaba mi curiosidad.
Habían transcurrido un par de horas largas de caminar sin parar, cuando
me encontré en un estrecho pasaje frente a una pequeña tienda en
la que, sobre su puerta como único título, se leía:
"LEGAJOS Y VIEJOS LIBROS". Entré atraído por el
insólito aspecto de aquel lugar. Éste se trataba de una reducida
estancia en cuya parte derecha, una diminuta ventana hacía las veces de
escaparate, por donde penetraba, a aquella hora de la tarde, una ancha banda de
luz que iluminaba unas estanterías repletas de libros y legajos, atados
con cintas de diversos colores.
Nada más entrar, recibí el saludo amable de un
anciano que me preguntó por el motivo de mi visita, en un castellano de
otra época.
-Dios os guarde, señor. ¿En qué os puedo
servir?