Si Maeterlinck alcanzó fama mundial fascinándonos con sus vidas de las abejas y de los termitas, Blond, en "La isla de la diosa", esta novela cósmica no sólo ha logrado eso mismo revelándonos la vida extraordinaria de las focas y la organización de su extraña sociedad sino que lo ha superado en interés y emotividad, amalgamando aquella con grandes elementos de novela, de la Rusia de los Zares, y con acciones de aventura en la que se entremezclan masas crueles y figuras nobles y románticas, cual la del valeroso protagonista, Capitán Sila Shayffrin; la bella Condesa Stoniskov, con pasional sangre italiana y rusa, enamorada del capitán: la fantástica princesa china Tsao-Hi, educada por misioneros jesuitas, preciosa como una joya oriental y con una carne rosada amarillo; y el rico comerciante Kurgan, que consulta a los astros, es ferviente religioso y tiene una impresionante y novedosa filosofía oriental para todas las cosas y momentos.
La Isla de la Diosa está situada entre Siberia y Alaska, rodeada de un mar negro y furioso. En la templada primavera, sus playas están pobladas del rugir de las focas que allí acuden desde inmensas lejanías a pelear entre sí, amarse y reproducirse. Durante siglos, permaneció ignorada. Cuando Sila Ivanovich Shayffrins, emisario de la Emperatriz Rusa, Catalina la Grande, oyó rumores de la posible existencia de esa isla, se lanzó a su conquista. Pero había de luchar contra fantásticas intrigas en la Corte de la Emperatriz, tentaciones femeninas, amenazas de la naturaleza y las ciegas ambiciones de quienes lo acompañaban en la expedición. Dos elementos distintos entran en la formación de la obra: uno el cuadro de los incidentes diarios, las ansias y luchas de la gente audaz y aventurera, otro el vasto panorama de la vida extraordinaria de las focas y la organización de su fantástica sociedad. Con ambos elementos el autor dió vida a una obra maestra de proporciones ciclópeas, rebosante de incidentes dramáticos, de personajes trazados con pinceladas maravillosas, en un libro cuya lectura inmovilizará al lector y los retiene prisionero de la potencia descriptiva, imposibilitado de la magia que se desprende de sus páginas hasta llegar al final.
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