El patrón, desconcertado, se miraba las manos; luego alzó la
vista y recorrió la escena; era imposible de creer, él seguía atado al árbol y
sin embargo se veía ahora desde los ojos del amo. Una cantidad infernal de
pensamientos lo sacudieron pero no podía aprehenderlos.
¿Qué era lo que estaba pasando?. Al fin dijo
-Jeremías, ¿qué es lo que pasa?
-Nada amo, estoy esperando su orden para cumplir con el castigo
a este negro zumbón.
Jeremías le había dicho "amo", entonces ¡era cierto!.
Quizá esté soñando pensó, y se dio una sonora bofetada que
además le dolió.
-No, estoy despierto. Una ola cálida de alegría lo inundó.
-Estoy despierto y soy el amo, Jeremías, SOY EL AMO. Comenzó a
saltar y reír mientras seguía gritando.
Los ancianos de los faroles se miraban incrédulos, el amo
siempre había sido un hombre rudo, igual que su padre, y todo esto era loco e
inesperado.
El prisionero mientras tanto aullaba exigiendo que lo desaten
inmediatamente y prometiendo castigos ejemplares para toda esta manga de negros
de mierda, que se burlaban de él sin medir las consecuencias terribles que esto
les acarrearía.