Jeremías corrió hacia él.
-Patrón, patrón ¿qué le pasa? . Mire mi mano, está en carne
viva, ¿qué está pasando?
-¡Negro hijo de puta!, me diste el latigazo a mí; pero ya vas a
ver, te voy a hacer cagar a palos y después te mato por cabrón...
El negro, desesperado y temeroso, no entendía nada.
-Pero no, patrón, no he sido yo, vea mi mano, pa' mí que el
diablo se está divirtiendo conmigo, no entiendo, no entiendo pero le juro que no
he sido yo, patroncito; si hasta por obedecerlo le di escarmiento a mi hermano;
por favor, créame patroncito, no he sido yo...
-Basta, negro de mierda, y ayudame a pararme. Uds. dos,
inútiles, vayan a la casa por ayuda.
No más oír esto, uno de los ancianos se agarró el pecho, boqueó
dos o tres veces y cayó muerto. El otro, espantado por lo que acababa de suceder
y no entendía, dejó muy despacio su farol contra un árbol, caminó unos pasos
hacia atrás como poseído y de pronto comenzó a correr en sentido contrario,
gritando como loco:
-Es Lucifer quien nos castiga...
El prisionero estaba ahora más aterrado aún y forcejeaba con la
poca fuerza que le quedaba para desatarse y huir.
La mujer se había levantado y corrido hasta detrás de un árbol
desde donde, abrazada a los pequeños espiaba lo que pasaba.