Convergencia espacio temporal
Ésta es la expresión de forma teórica que creó y utiliza el sociólogo Inglés
Anthony Giddens* para explicar lo
que él describe como la unión entre el tiempo y el espacio, la confluencia de
ambos y cómo afecta las relaciones, situaciones y vidas de las personas que
integran una sociedad.
Me llama la atención como se dan las relaciones entre las personas según el
tiempo y el espacio. Allí donde convergen tiempo y espacio, donde se cruzan los
momentos, las horas, los minutos, los segundos... en el lugar adecuado... o no.
Allí pueden pasar cosas que marquen para siempre la existencia de dos o más
seres -para bien o para mal-pero... no vamos ahora a hablar de momentos y
espacios convergentes desafortunados. Vamos si a analizar ciertas pautas de
encuentro que marcan la unión y la comunicación entre las personas.
Me sitúo un día cualquiera, gente volviendo del trabajo, personas yendo y
viniendo. ¿Tiempo? Hora regular de regreso, más o menos general del común de la
gente que integra una sociedad. ¿Espacio? Una parada de colectivo. Sucede que a
cierta hora todos los días en un determinado lugar, las vidas de las personas se
cruzan sistemáticamente sin reparar las mismas cuantas cosas podrían unirlas en
ese tiempo y ese espacio. De pronto, de un colectivo baja una mujer de mediana
edad que regresa de su trabajo y debe tomar otro colectivo en combinación. A la
misma hora, marcando tan solo algunos minutos de diferencia se aproxima un
hombre, muy bien vestido, siempre de traje, cada día con la misma actitud
serena. Más allá se ve la figura del vendedor de golosinas que subirá en el
mismo colectivo que ella o en el que tome otro pasajero. Un viejito, un señor
"bien" que atraviesa la que supuestamente debe ser la honorable época de la
vejez donde se goza de recoger lo que uno ha sembrado, le pregunta la hora a la
mujer. Ella no lo conoce, es decir, nunca lo había visto en la parada a esa
hora, él le dice que debe tomar el colectivo que lo deja en el hospital, ella lo
ayuda. Así se cruzan diez, quince personas más que se dirigen a diferentes
lugares, que van o vienen del trabajo, que se conocen ya que se ven a diario,
pero no se hablan. Que se ven cada día a la misma hora en el mismo lugar. Cada
una en lo suyo, cada una con sus preocupaciones, sus disfrutes, sus goces, sus
problemas.
Una se queja porque llueve y se le mojaron los zapatos nuevos que salieron
carísimos, otro intenta que no se le moje la mercadería que tiene que vender en
el colectivo para llevar algo de comer a casa esa noche. Una mujer joven y
bonita se para a esperar el colectivo y escucha complacida alguna bocina que
suena halagándola. Un hombre negro que habla inglés con otro que lo acompaña
deja notar que viene de otro país a trabajar a la Argentina. Quizás nació en
Estados Unidos o en Nigeria y esta parado a escasos centímetros de la mujer que
a su vez conversa con el viejito, que está detrás del vendedor ambulante. Ella
se sube al colectivo. De pronto, un hombre joven alcanza a subir detrás de
ella...
Allí donde convergen tiempo y espacio se unen las vidas de las personas en un
vaivén regular, ágil, melódico, tal vez aburrido, tal vez monótono, rutinario.
Tal vez determinante.
El tiempo, como dice el antropólogo Edward Hall* "habla" nos dice cosas, nos muestra escenas. El tiempo va
más allá del lenguaje, de lo que se dice con palabras. El tiempo nos marca lo
que se hace y lo que se hace es en realidad más significativo que lo que se
dice.
Las personas tienen proyectos, dicen que van a realizar cosas, sueñan... y en
ese tiempo entendido dentro del concepto occidental del valor del tiempo,
pierden la noción de cómo transcurre ese valioso elemento y se pierden del ahora
por pensar en el después.