Un amigo me caracterizó una vez ,con estas palabras: «El niño dentro de casa; el hombre en la calle», y todos los que me conocen me consideran as í. Algunos se han encargado de mis asuntos, porque ven que necesito un tutor. Don Domingo S Godoy hallará materia de muy &o ridículo en todas estas cándidas confesiones, pero quiero darle armas más honestas de las que ha usado hasta ahora conmigo. Cada día lamento la falta que siento de luces en ciertas materias, luces que sólo pueden adquirirse en los colegios, y que ya es demasiado tarde ara ponerse a remediarla. Mis pobres estudios han sido, pues, desordenados e incompletos, pero a este desorden mismo, debo grandes ventajas, pues que no teniendo maestros ni más guía que mi propio juicio, yo he sido siempre el juez más bien que el admirador de la .Importancia de un libro, sus ideas, sus principios. De esta falsa posición ha nacido la independencia de mi pensamiento, y cierta propensión de crearme ideas propias sin respetar la autoridad de los otros. Quizás a esto es debido mi espíritu de observación, que me pone en el caso de desempeñarme sin mucho esfuerzo en la prensa periódica, hallándome en aptitud de tratar sin mucha dificultad cuestiones del momento. Y a esta educación que tiene por base el haber sido estimulado a leer bien y mucho cuando chico, mi decidida persuasión de que, reformando los métodos y sistemas de educación primaria, puede civilizarse un pueblo más bien que con colegios y universidades. Esta persuasión me ha arrastrado a reunir estos conocimientos sobre la enseñanza primaria y a crear métodos nuevos en varios ramos.
He aquí, pues, la educación del pobre hombre que ha merecido que don Domingo S. Godoy, para perderlo o perderse él, haya hecho decir a otro que va a mudarse a la imprenta con camas y petacas hasta que haya conseguido anonadarlo y hacerlo despedir ignominiosamente de Santiago. El partido es muy desigual: yo no me he propuesto perder a nadie. Yo no ataco; en todos mis actos y mis escritos, he querido defenderme de una persecución horrible y tenaz. Todas las resistencias y las animadversiones que he suscitado en Santiago, se han personificado en don Domingo S. Godoy y Cia., porque la maledicencia y la mala intención pública han encontrado su hombre. Todo se personifica en el mundo. Napoleón es la personificación del saber, el valor y la audacia francesas; Rosas es una personificación de la barbarie, la crueldad y la violencia de las masas. Godoy es un Napoleón, un Rosas en la chismografla y en el arte prolijo de dañar. Cuando analice sus escritos y sus palabras, haré notar el raro talento, la mafia exquisita con que se ha sabido tocar cuanto resorte cabe para sublevarme la opinión pública, para irritar todo género de susceptibilidades. Su triunfo parece completo. Pero no ha triunfado de la energía de mi espíritu que no sabe lo que es plegarse y encontrarse ante la injusticia, aunque esta injusticia sea la del público, porque no es menos injusticia, porque son muchos los injustos. Echándome encima las preocupaciones populares y las redes de las formas judiciales, no ha podido, sin embargo, turbarme un momento; Y él no goza, a le mía, de las satisfacciones que me ha proporcionado queriendo emponzoñar mi existencia. Permanezco tranquilo, porque no necesito mentir para defenderme; porque cuento que el publico engañado hoy, me hará justicia mañana, cuando vea los hechos en su verdadera luz.
Ya he mostrado al público mi faz literaria; vea ahora mi fisonomía política: ¡verá al militar, al asesino!