La Pampa
Roberto tardó como un cuarto de hora en
acudir a la concentración. Todos esperamos ansiosos, con los ojos lasos, porque
aquella tarde teníamos una misión por cumplir.
Miramos exasperados, mientras la brisa del
lago refrescaba nuestras facciones. No obstante, cuando el día iba
extinguiéndose, y nuestras esperanzas se agotaban, vimos detenerse una "combi"
entre tantas que colmaban la puerta de la Universidad. Se apeó con delicadeza
una joven estudiante; detrás, Roberto. La chica, de cabellera negra, de tez
blanca, parecía brindar una sonrisa a cuantos la contemplaban. Sus ojos
rutilaban como las aguas del Titicaca a pleno sol. Toda ella era de excelsa
beldad, sin duda. Yo la miré con cierto estupefacto. Y Roberto, que venía
detrás, iba ojeando de pies a cabeza a la muchacha. Él no perdía tiempo, y lo
conocíamos muy bien.
-Hola, chicos -nos saludó jubiloso todo él.
Preguntamos los motivos de su demora, y él, bastante sosegado, nos
respondió:
-Miren, chicos: a veces las cosas no salen como queremos...
Se quedó silente, parecía no encontrar ningún pretexto para consumar su respuesta. Por fin, sus
labios carnosos profirieron:
-Mis queridos amigos, ustedes saben muy bien
que "La Pampa" nos espera, pero no se desesperen, vamos a ir. claro, no será
esta tarde; será mañana... ¿Está bien? Mañana salimos para "La Pampa", pase
lo que pase.
-¿Por qué no es posible esta tarde? -insistí con la pregunta.
-Sencillamente porque no trabajan hoy, quiero
decir, esta tarde -él afirmó seguro de sí mismo-. Se fueron, según me informó
Matías, a una fiesta de recepción que se llevará a cabo esta noche; pero mañana
nos recibirán con los brazos abiertos. Así que chicos, tranquilos no más. Mañana debutamos,
aunque yo no, ustedes.