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Prólogo
Un día de reflexión inquieta al transitar por las calles de la gran ciudad me pregunté, al ver sobre las aceras de una avenida, qué mañana tendrían el anciano, el niño, la mujer indígena cargada de flores, el vendedor que expone su vida para ofrecer dulces, periódicos o solicitar una gota de ayuda para sosegar sus carencias. No cabía duda, era el momento de elaborar la pregunta retadora de una investigación: ¿qué les espera a corto y mediano plazo a todos ellos que arremolinados en un mundo aciago son invisibles ante los ojos de los demás?
Era necesaria una respuesta, una reflexión colectiva o un re-pensar sobre el destino de la humanidad, los servicios que debe prestar el Estado, el uso de los recursos públicos, el despojo y los miedos y el riesgo de morir por reclamar derechos esquilmados. Las ideas furiosamente se agolparon y las lecturas almacenadas despertaron para conectarnos con aquel pasaje de Bauman sobre “el Ser superfluo” que nos invita a ver con lente prismática el agrupamiento de seres humanos carentes de protección y reconocimiento insertos en un mundo desigual, deshumanizado, indiferente e indolente.
Todos ellos, bajo la lente del neoliberalismo fausto, son seres no aptos para competir, la competitividad otorga reconocimiento a quien lo merece y ofrece el túnel de la exclusión/degradación a todos los que no están dotados para ganar, sobresalir y consumir. Es una parte de la lente que justifica la desigualdad entre los hombres y la vende como un estado natural.
Los “incompetentes” son superfluos, dicho en otras palabras, tienen las características de innecesario, carentes de uso, no merecen una atención y por consiguiente no es necesario dotarlos de derechos porque no saben hacer uso de ellos.
Ayudar, subvencionar, instrumentar política pública de perfil social para atender a los “Superfluos” es una inversión fútil, sin camino ni destino, insubstancial para el progreso porque no genera ingresos al erario público, son factor de déficit financiero en las cuentas públicas, no son agentes de consumo masivo y su condición de pobres incompetentes no va a variar.
Ante la argumentación falaz de los políticos, medios de comunicación y voceros sardónicos que se nutren de los despojos y las mentiras, el pobre, excluido y superfluo es un producto defectuoso del capitalismo que debe ser confinado en un lugar lejos del progreso, el bienestar y la prosperidad, dado que su condición no encaja en la perfección del modelo neoliberal que se basa en el crecimiento económico, el auge del consumo, la competitividad en el mercado, la estabilidad macroeconómica a través de la reducción de la inflación, finanzas sanas, estabilidad de precios y crecimiento sostenido. Postulados espurios porque no se cumplen, sólo existen en el imaginario de quien excreta el discurso purulento de la exclusión velada y la maldad política.
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Sociología del dolor
de Robinson Salazar
ediciones Insumisos Latinoamericanos
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