Partimos de Capillabamba (así se llama la localidad, mientras Lloa es la amplia planicie encerrada entre la cadena de Ungui y la pendiente del Pichincha), y sin apartarnos del curso del río Cinto describimos un amplio arco en tomo del pie sud y sudeste de la montaña, llegamos a las fuentes termales de Baños o Cachiyaco (río Salado: 2.714 m), que se caracterizan por su concentración de ácido carbónico y un olor inconfundible de hidrocarburo a lo largo de la escarpada pendiente sud de la montaña, cubierta de bosques, muy por arriba del río Cinto, cuyo cauce está profundamente encajonado en esa zona, hasta la última casa habitada, situada en Chinquil (2.759 m). El río Cinto, que se forma por la confluencia de los cursos que bajan de los cuatro valles principales del Viejo Pichincha, con los arroyos de las pendientes nordeste, este, sudeste y sud del Pichincha, rodea el pie del Pichincha propiamente dicho en tres cuartos de arco viniendo del norte en su curso de este hacia el sud y el oeste hasta llegar casi al nordeste y se une al noroeste de la montaña con los ríos provenientes del interior de la caldera, el río Blanco y el río del Volcán. Si bien al principio su lecho es poco encajonado, se va profundizando paulatinamente. Allí, donde las montañas de la cadena Ungui se adosan hacia el sud a las elevadas pendientes del Pichincha, cierra la planicie de Lloa, cava una profunda garganta de escarpas casi perpendiculares, más honda aún en el lado sudoeste, donde una elevada cuchilla que se desprende del Atacatzo empuja al arroyo hacia el Pichincha, de modo que allí, entre el río Cinto y el río Blanco, el más meridional de los ríos de la caldera, queda una angosta cresta boscosa.
Debíamos llegar hasta ella para hallar un camino hacia el río Blanco. Un angosto sendero conduce por el tupido bosque hacia la cabaña de San Rafael, actualmente abandonada. Hacia las tres de la tarde alcanzamos un. punto sobre dicha cresta desde el cual se puede obtener una visión en cierta medida despejada gracias a anteriores desmontes. La mañana del día siguiente trajo buen tiempo y nos permitió apreciar una vista panorámica de la Caldera. Esta representa un amplio valle parecido al de la Caldera de Palma, si bien surcado de cordones montañosos en su interior que superan los 4.000 m y en los cuales se originan una serie de ríos. En primer lugar se cuentan los que fluyen a la Quebrada seca que bordea los lados sud y oeste de la Caldera y a la cual se une el río Blanco, proveniente de la parte media de ésta, cerca del lugar donde nos encontrábamos y que desde ese momento lleva su nombre, el cual se conserva aún después de la unión con el río Cinto en una zona más profunda de la ladera y luego el río del Volcán, que fluye del propio cráter por el lado norte, cuya desembocadura en el río Blanco señala el extremo inferior de la caldera. Las montañas están cubiertas de bosques. Los ríos corren encajonados en gargantas terriblemente estrechas, limitadas por escarpas verticales, por las cuales bajan espumantes y en hermosos rápidos.
Las rocas oscuras y puntiagudas del reborde más elevado de la Caldera en el Guagua-Pichincha cierran el cuadro, coronadas de altas nubes de vapor que ascienden del cráter.