El
simple hecho de que los inmortales carguen con esa cualidad que los encapsulaba
cerca de lo divino, hacía que me sienta totalmente un inútil. La orden era
clara, "rastrear a X" pero lo único que estaba a mi alcance era pedir
información a diferentes sujetos que pasaban a mi lado, mientras que El Tiempo,
La Muerte y El Olvido volaban o se desplazaban a gran velocidad por toda la
isla; que parecía no ser tan confiable como la anterior.
De
todos modos, muy dentro de mí, sentía que en el momento en que X estuviera
cerca, mi mente me avisaría. Tal vez, la clave no estaba en "buscar con la
vista" (por más superior y precisa que pueda ser) sino que, por el contrario,
alcanzaba con cerrar los ojos y concentrarse. Y así sentir o imaginar en dónde o
en quién termina ese brazo que, según mi libro, no deja de tocarnos. El brazo
del Azar y del Destino. El brazo de X. Pero claro está, que cuanto menor sea la
distancia que la mente y el sentir deben recorrer, más exacto y nítido será el
presentimiento.
Permanecí
con mis ojos cerrados frente al mar por largo rato, más no podía hacer, la búsqueda al estilo inmortal era
imposible para mí. Por eso trataba de comprobar mi teoría de presentir al cuarto
eterno.