|
|
Páginas
(1)
2
|
|
1
Año 1956. Meses después del
derrocamiento del General Perón. La acción se desarrolla en el barrio de Villa
Urquiza, Ciudad de Buenos Aires.
Bujones, con las piernas flexionadas, los brazos
arqueados y separados del cuerpo, las manos imitando la forma de un revólver, la
cabeza fija, los ojos atentos, mirando hacia un lado y otro, simulaba disparar
hacia objetos virtuales, produciendo una exclamación de haber alcanzado un
objetivo cierto en cada intento. -Tomá!, ¡tomá! bajando tipos que se le
venían encima con ganas de limpiarlo -relataba Bujones. -¿Y entonces?
-preguntó el Negro Díaz. -¡Pará!, ¡pará! -los tipos iban cayendo como moscas,
hasta que uno dio la señal de raje, saltaron sobre sus caballos y se
piantaron. -¿Y entonces? -preguntó ahora el Tosta Parini. -¡Pará!, ¡pará!
-al verlos partir, guardó los revólveres en las cartucheras, se acomodó los
lienzos y, como si nada hubiese pasado, sacó de un fueguito una cacerola y se
puso a morfar sentado a las patas de su caballo. A la mañana siguiente, fue para
el pueblo. Cuando llegó, en la calle no había nadie. Bajó del caballo y entró en
la taberna, empujando las puertas, de esas que van y vienen. Había unos cuantos
puntos, mamados, jugando a las cartas y chupando whisky. Se dirigió al mostrador
y el dueño le preguntó que quería tomar. El muy guacho pidió, creo que en joda:
"Dame un vaso grande de leche fría". Los puntos que estaban en el bar lo miraron
cagándose de risa. "¿Un vaso de leche?" preguntó el cantinero. "Es muy pibe, se
escapó de la casa porque la vieja estaba distraída en el granero con el patrón y
no le da bola" dijo uno de los tipos, cagándose de risa, el resto acompañó,
dando puñetazos sobre las mesas, haciendo volar los vasos y las barajas. Jack no
dijo nada, se hizo el sota, mientras fichaba a través de un espejo grande a los
quías del bar. Se avivó de que uno de ellos se levantaba y se le venía encima,
con cara de loco: "¿Qué andas buscando, lecherito?". Jack no le contestó. Se
quedó observando hacia el frente hasta que el fulano lo tenía casi pegado a su
lado. El negro insistió: "No sabés hablar, o tenés miedo. Saben muchachos me
parece que anda buscando roña", agregando, "ahora de aquí no salís hasta que a
mi se me canta. ¡Entendés!", dijo, gritándole en la oreja. Al rato entraron dos
de los chambones que habían intentado bajarlo a tiros la noche anterior. No bien
lo vieron, sacaron las pistolas y se fueron acercando por
detrás".
|
|
Páginas
(1)
2
|
|
Consiga Bujones y Magdalena de Antonio Marotta en esta página.
|
|
|
 |
|