Hayek, no obstante, pronostica la caída final de
los regímenes socialistas; pero lo hace, (quizás influido por los aciagos
acontecimientos contemporáneos a la redacción de las mencionadas obra),
transmitiendo cierta sensación de escepticismo y pesadumbre.
Es difícil creer que, en aquellos años en los
que pronto se empezaría la construcción del Muro de Berlín, Hayek hubiera
aceptado que viviría para ver cumplidas sus acertadas
predicciones.
Pero quién podría imaginar que una vez agotada
la triste aventura del socialismo, mientras algunos pueblos comienzan ya a
desmantelar la vieja arquitectura del oprobio, otros transitan un nuevo camino
de esclavitud, separados por un muro no menos terrible que el ya
derrumbado.
La especie humana transita por un riesgoso camino de pobreza, donde el hambre, la
miseria, la enfermedad, la ignorancia, el abandono y la muerte se erigen en un
horrendo muro que separa a ricos y pobres. El Muro de Berlín sería apenas una
cerca, comparado con este nuevo colosal muro, el muro de la
miseria.