-¡Bajo la fuente! -jadeó Betty, y corrieron ambas, una para
trepar sobre unas piedras y mirar por encima del muro hacia la calle, en tanto
que la otra se precipitaba hacia el sitio que acababan de abandonar. Pero Bab no
descubrió nada más que las caritas inocentes de las caléndulas y Betty sólo
logró asustar con su brusca aparición a un pajarillo que tomaba su baño en la
fuente.
Regresaron ambas adonde las aguardaba un nueva sorpresa que las
hizo sobresaltar y proferir un gritó de temor mientras escapaban a refugiarse en
el "porch".
Un extraño perro estaba tranquilamente sentado entre los
despojos del festín saboreando los últimos bollos que quedaban.
-¡Qué animal malvado!... -chilló Bab con deseos de pelear, pero
atemorizada por el aspecto del animal.
-Se parece a nuestro perro de lanas, ¿verdad? -susurró Betty
haciéndose lo más pequeña posible tras de su valiente hermana.
Y así era en efecto, porque aunque más grande y sucio que el
perrito de juguete, ese perro vivo tenía igual que aquél una borla en la punta
de la cola, largos pelos en las patas y el cuerpo la mitad pelado y la mitad
peludo. Pero sus ojos no eran negros y brillantes como los del otro sino
amarillos, su nariz roja husmeaba descaradamente como si se tratara de descubrir
dónde había más torta. Y por cierto que el lanudo perrito de juguete que estaba
sobre la repisa de la sala jamás había hecho las pruebas con las cuales el
extraño animal se disponía a aumentar el asombro de las dos niñas.
Se sentó primero y alargando las patas delanteras pidió limosna
con toda gentileza. En seguida levantó las patas traseras y caminó con gracia y
facilidad sobre las delanteras. No habían vuelto las niñas aún de su asombro
cuando ya el animal bajaba las patas y levantando las manos desfilaba con aire
marcial imitando a un centinela. Pero la exhibición culminó cuando el animal,
tomándose la cola con los dientes, bailó un vals pasando sobre las muñecas y
yendo hasta el portón y regresando otra vez.