Capítulo 1
La avenida de los olmos estaba cubierta de malezas, el gran
portón nunca se abría, y la vieja casona permanecía cerrada desde hacía varios
años. No obstante, se escuchaban voces por ese lugar, y las lilas, inclinándose
sobre el alto muro parecían decir: "¡Qué interesantes secretos podríamos revelar
si quisiésemos!...", en tanto que del otro lado del portón, una caléndula
procuraba alcanzar el ojo de la cerradura para espiar lo que ocurría en el
interior.
Si por arte de magia hubiera crecido de súbito y mirado dentro
cierto día de junio, habría visto un cuadro extraño pero encantador.
Evidentemente, alguien iba a dar allí una fiesta.
Un ancho sendero de lajas color gris oscuro bordeado de
arbustos que se unían formando una bóveda verde iba del portón hacia el "porch".
Flores silvestres y malezas salvajes crecían por doquier cubriendo todo con un
hermosísimo manto. Un tablón sostenido por dos troncos que estaba en medio del
sendero se hallaba cubierto por un descolorido y gastado chal, encima del cual
había sido dispuesto, muy elegantemente, un diminuto juego de té. A decir
verdad, la tetera había perdido su pico, la lechera su asa, y el azucarero su
tapa, y en cuanto a las tazas y los platos, todos se hallaban más o menos
deteriorados; pero la gente bien educada no toma en cuenta esas insignificancias
y sólo gente bien educada había sido invitada a la fiesta.
A cada lado del "porch" había un asiento, y quien hubiera
atisbado curiosamente a través de la cerradura del mencionado portón, habría
sorprendido un espectáculo extraordinario. Sobre el asiento izquierdo se veían
siete muñecas y seis sobre el derecho, y en tal estado se encontraban casi todas
ellas -la que no tenía un brazo de menos mostraba la cara o el vestido lleno de
manchas- que cualquiera hubiese podido pensar que se trataba de un hospital de
muñecas y que las pacientes aguardaban la hora del té. Grave error, pues si el
viento hubiera levantado el cobertor que las tapaba, se habría observado que
todas estaban completamente vestidas y que tan solo reposaban hasta que la
fiesta comenzase.