-La Liga no se hará, los hombres son demasiado egoístas, -interrumpió. - Se ha retrocedido en vez de avanzar, créame, y esto en todos los órdenes de la sociabilidad, y desde los individuos hasta las naciones. Para conservar superioridades ilusorias, hombres y países hacen abortar las posibles conquistas del porvenir. No. No habrá paz en la tierra ni aun para los hombres de buena voluntad...
La hoguera del poniente se había ido extinguiendo poco a poco. Lagos, ciudades, torres y caseríos, mar de sangre y de fuego, todo se había fundido en una sola masa sombría de nubes negras. Tras de nosotros desfilaban los pasajeros esperando la hora de comer, sin que sus pasos acompasados nos arrancaran de nuestra preocupación. Un criado recorrió, por fin, la primera, repicando su campanilla, y la gente comenzó a bajar a los camarotes y al comedor. Nos quedamos solos en el puente.
-No. ¡No hay esperanzas! - exclamó mister Reginald Barclay rompiendo otra vez en una risa, que me pareció demente, y separándose de mi lado.
Creí que bajaba también al comedor, aunque se encaminara lentamente hacia popa. Le seguí con los ojos. A cierta distancia, unos diez pasos, se detuvo, volvióme la espalda, apoyó la mano derecha sobre la borda, agazapóse un poco, y luego, gritándome "hasta la vista", soltó el resorte de sus músculos de acero y se precipitó al mar.
-¡Hombre al agua! - grité apenas pude vencer el pasmo enmudecedor de la sorpresa.
... Cuando se lanzaron los botes, la superficie del océano estaba desierta.