-Observen ustedes - exclamó - la inteligencia que revelan los ojos de estos senegaleses, la resolución, la energía de sus ademanes, la risa franca de sus anchas bocas, prueba de bondad, de conformidad, de alegría... Estos negros, que durante la guerra fueron feroces, son aquí la misma mansedumbre y merecen mucho más que el ridículo premio de haberlos hecho electores... Electores, ¿para qué? ¿Para acelerar su corrupción? Mejor hubiera sido no enseñarles a hacer la guerra de un modo aun más salvaje y brutal que el estilado por sus abuelos y por las tribus indómitas del Africa central. No dejarán de aprovechar un día la lección... ¡Y sin embargo! Hoy los he visto salir del trabajo, animados y alegres, con los ojos llenos de luz, riendo como niños, satisfechos de vivir... En ninguna ciudad de Europa se asiste a una salida de la fábrica o de los talleres, que denote semejante regocijo, y los mismos labradores vuelven a sus chozas física y moralmente agobiados... Es que en Europa estamos gastados hasta la médula y sobre nosotros gravita el enorme peso del trabajo acumulado de cien generaciones... Aquí está el depósito, la reserva de energía de que el mundo necesitará mañana - terminó, lanzando una carcajada.
Sonreímos, pero un oficial francés, capitán del puerto, que comía con nosotros, no pudo tomarlo en broma.
-Según eso - exclamó - ¿usted cree en la superioridad del negro sobre el blanco?
-Simple cuestión de tiempo - replicó tranquilamente mister Reginald Barclay. En los Estados Unidos, en otros países de América se observa un florecimiento, una explosión de actividad que puede engañar a los espíritus superficiales: es el último espasmo de una raza exhausta, que la mestización ha regenerado insuficientemente. La decadencia será tanto más rápida después... La prueba está en que apenas acabada la guerra, allí y en todas partes se ha vuelto con furor a los pasados errores como el perro de la Escritura a su propio vómito...
El oficial francés emprendió una refutación acalorada, pero sus argumentos cayeron en el vacío, pues mister Barclay buscó una diversión, ayudado por los que temíamos alguna discusión terminada en disputa. Pero, días después, en una de las interesantes conversaciones que manteníamos, de con dos sobre la borda, contemplando la puesta del sol, siempre maravillosa en aquellas latitudes, me refería a sus palabras de Dakar como a una atrevida paradoja.
-Sin embargo - replicó riendo - me confesará usted que no se necesita mucho para que los negros sean superiores a los blancos, si no en materia técnica o del conocimiento, en materia moral, lo que es mucho mejor. Mientras el blanco no puede ya salir de los caminos trillados, según está demostrándolo lastimosamente, el negro se nos presenta como un niño en quien todavía no se han desarrollado las facultades intelectuales, pero que posee una plasticidad incomparable, como que hasta ahora está completamente libre de influencias atávicas y tradicionales, morbosas y destructivas. ¡Quiera el cielo que no se le corrompa demasiado pronto, antes de que pueda comenzar su papel en el mundo!