https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira" de Roberto J. Payró (página 4) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Miércoles 15 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  (4) 
 

No se ocupaba más que de la política activa y de la tramitación de toda clase de asuntos ante las autoridades municipales y provinciales. Intendente y presidente de la Municipalidad, en varias administraciones, había acabado por negarse a ocupar puesto oficial alguno, conservando sin embargo, meticulosamente, su influencia y su prestigio: desde afuera manejaba mejor sus negocios, sin dar que hablar, y siempre era él quien decidía en las contiendas electorales, y otras, como supremo caudillo del pueblo. Cuando no se iba a la capital de la provincia, llevado por sus asuntos propios o ajenos -en calidad de intermediario-, pasaba el día entero en el café, en la "cancha" de carreras o de pelota, en el billar o la sala de juego del Club del Progreso, o de visita en casa de alguna comadre. Tenia muchas comadres y Mamá hablaba de ellas con cierto retintín y a veces hasta colérica, cosa extraña en una mujer tan buena, que era la mansedumbre, en persona. Tatita solía mostrarse emprendedor. A él se debe, entre otros grandes adelantos de Los Sunchos, la fundación del Hipódromo que acabó con las canchas derechas y de andarivel, e hizo también para las riñas de gallos un verdadero circo en miniatura. Leía los periódicos de la capital de la provincia, que le llegaban tres veces por semana, y gracias a esto, a su copiosa correspondencia epistolar y a las noticias de los pocos viajeros y de Isabel Contreras, el mayoral de la galera de Los Sunchos, estaba siempre al corriente de lo que sucedía y de lo que iba a suceder, sirviéndole para prever esto último su peculiar olfato y su larga experiencia política, acopiada en años enteros de intrigas y de revueltas. La inmensa utilidad práctica de esta clase de informaciones fue sin duda lo que le hizo mandarme a la escuela, no con la mira de hacer de mi un sabio, sino con la plausible intención, de proveerme de una herramienta preciosa para después.

Esto ocurrió pasados ya mis nueve años, puede también que los diez. Mi ingreso en la escuela fue una catástrofe que abriera un paréntesis en mi vida de vagancia y holgazanería, y luego como una tortura momentánea si, pero muy dolorosa, tanto más cuanto que, si aprendí a leer, fue gracias a mi santa madre, cuya inagotable paciencia supo aprovechar todos mis fugitivos instantes de docilidad, y cuya bondad tímida y enfermiza premiaba cada pequeño esfuerzo mío tan espléndidamente como si fuera una acción heroica. Me parece verla todavía, siempre de negro, oprimida en un vestido muy liso, pálida bajo sus bandós; castaño curo, hablando con voz lenta y suave y sonriendo casi dolorosamente, a fuerza de ternura. Mucho le costaron las primeras lecciones, como le costó hacerme ira misa e inculcara ciertas doctrinas de un vago catolicismo, algo supersticioso por mi inquietud indómita; pero a poco cedí y me plegué más que todo, interesado por los cuentos de las viejas sirvientas y los aún más maravillosos de una costurerita española, jorobada, que decía a cada paso "interín", que esta siempre en los rincones oscuros, y en quien creía yo ver encarnación de un diablillo entretenido y amistoso o de una bruja momentáneamente inofensiva. "Interin" me contaban las unas las hazañas de Pedro Urdemales (Rímales, decían ellas), y la otra los amores de Beldad y la Bestia, o las terribles aventurara del Gato, el Ujier y el Esqueleto, leídas en un tono trunco de Alejandro Dumas, mi naciente raciocinio me decía que mucho más interesante seria contar aquello a mi mismo, todas las veces que quisiera y en cuanto se me antojara, ampliado y embellecido con los detalles que sin duda abundaría la letra menudita y cabalística de libros. Y aprendí a leer, rápidamente en suma, buscando emancipación, tratando de conquistar la independencia.

 
Páginas 1  2  3  (4) 
 
 
Consiga Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira de Roberto J. Payró en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira de Roberto J. Payró   Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira
de Roberto J. Payró

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com