Sacó el recipiente del fuego y preparó una sopa bien caliente. Terminada la
comida, Larsen se sintió cansado, estiró las piernas, colocó el sombrero de
explorador sobre su cara y se echó a dormitar. Desde el lugar donde acampaba,
podía escucharse el tronar de un glaciar que se rompía enviando grandes masas de
hielo sobre el lago.
Larsen salió de su letargo y se puso en movimiento. Sacó un mapa de
la Chaqueta y
lo estudió meticulosamente. Descubrió un pueblo perdido en las montañas, llamado
Rucaneyú. Según sus cálculos éste se hallaba como a ocho horas de caminata.
Caminando a un paso razonable, podía llegar al pueblo para el anochecer,
disfrutar de una buena cena y dormir en una cama.
Antes de tomar su decisión el muchacho, se sentó sobre un tronco de árbol
caído y sacó un libro de su mochila que describía a la perfección las ciudades,
aldeas y habitantes de la Patagonia Argentina.
Ubicó el nombre del pueblo en la página del índice temático y comenzó a leer:
"Rucaneyú está localizada en la Patagónica Argentina,
sobre la región boscosa de la frontera con Chile. Es un pueblo muy antiguo del
cual muy poco es lo que se sabe. Si bien los habitantes de la región son
mayoritariamente Mapuches, la población de la zona y alrededores no pertenece al
mismo grupo étnico. Los nativos más antiguos, no se parecen en nada a los
indígenas del área, tienen la piel cobriza, los ojos marrones y la cabellera
fuertemente rizada. Se los conoce con el nombre de Kioux. Los antropólogos
afirman que ellos, habrían cruzado el estrecho de Bering, hace unos diez mil
años.
Existe en el mismo pueblo una raza nórdica europea conocida como los
Kersen. Ellos también pueden considerarse nativos ya que su localización en la
zona data de diez siglos atrás. Aunque cueste creerlo estos europeos son una
civilización precolombina; que se estableció en la región después de haber sido
convertidos al cristianismo, por el monje francés Anscario, en una pequeña
iglesia localizada en Finlandia, en el año 860.