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EN LAS NOCHES DE INSOMNIO

En las noches de insomnio, con apenas la luz de una Luna turca, ella, Scherezade al revés? le pedía que contara una historia cadenciosa; no importaba que el cuento fuera ya sabido o que tratara de hombres, niños, ángeles o genios, porque lo que ella anhelaba era el arrullo de su voz.

Esta fue, pues, la historia contada y oída en una ocasión:

"Una mañana, temprano, un extranjero llamó a la puerta de una casa de esta ciudad. Acudió a abrir la madre y halló en el zaguán a un joven que, directamente, le preguntó por su hija; la señora, al oír esto, le invitó a entrar por creer erróneamente que era un amigo de la muchacha. El joven, con las señas de la fatiga en el rostro, agradeció la invitación y pasó al interior de la vivienda en cuyo salón, pues era invierno, se había encendido el hogar junto al que estaba sentada la hija, adormilada por el suave calor y por no haberse desperezado aún completamente del sueño nocturno. La joven, hermosa como una visión, se agitó de repente y abrió del todo sus bellos ojos, acerados como las nubes cargadas de lluvia, al ver que su propia madre, sin dar importancia, introducía ante ella a un extraño -porque el recién llegado le era completamente desconocido- y le dejaba a solas con él. Lampiño y con viva expresión en su faz, el joven habló antes que ella le interrogara por su descaro, y dijo estás palabras:

?Hace apenas un año y en un lugar lejano a éste, oí hablar de tí: el amigo de un amigo te había conocido y me describió tu persona de un modo fiel, como compruebo ahora mismo por mis propios ojos; su descripción no era referida sólo a tu físico y apariencia, sino que tu carácter fue también? retratado de modo oral, y en forma admirable, de modo que no era una simple enumeración de cualidades ya que me pude hacer una idea muy grata sobre tu personalidad y carácter. A medida que de su boca salían las palabras inspiradas por tu ser, como si fueses una musa, sentía yo que en mi corazón se iba forjando un sentimiento, conocido ya otras veces por mi espíritu, pero nunca en grado tal. Si yo fuera poeta o rapsoda, como aquél que me habló de tí, repetiría ahora las palabras oídas entonces, o más aún, diría otras mejores para que juzgaras por tí misma lo acertadas que fueron sus imágenes y metáforas -a él le fue fácil porque el oficio de un poeta es la belleza misma. Te diré sin embargo y porque conservo la memoria de ese instante que me impele, que comparó tu belleza con la del mar, que en su superficie refleja la imagen del cielo que está sobre sus aguas pero que en sus profundidades guarda secretos nunca vistos, enormes y ricos tesoros insospechados, y acoge también con maternal piedad los cuerpos de quienes -desgraciados- fallecieron en naufragios o tormentas; también comparó el color de tus cabellos con el mismo arco iris, pues como este fenómeno maravilloso esconde todos los colores del espectro y los revela según la luz caiga sobre tu cabeza, como ahora mismo observo asombrado. Otras muchas cosas describió el poeta, pero quiero sólo detenerme en lo que dijo sobre tu expresión en general, que revela a un tiempo la sabiduría que posees, fruto de la educación bien aprovechada que revela un talento innato que sólo se encuentra, de manera rara, una vez en cada generación, y brilla entre sus congéneres como lo hace el diamante en una veta de carbón. No diré más sino que, al punto que el poeta acabó de hablar de tí, sentí que el amor me movía a buscarte para declararte que aún sin haberte visto nunca hasta hoy ya desde ese momento de tu descripción te amaba, y que mi amor no es de nadie sino tuyo; si me rechazas, te suplico al menos que me hagas la merced de contarme entre los amigos que tengas por más escogidos y preciados. No te niego que la búsqueda de tu persona ha sido ardua a veces, pero dejo para más tarde, hasta oír tu respuesta, el relato de mis peripecias si gustas de oírlas...

La hermosa joven quedó un momento estupefacta al oír todas estás cosas pero recobró el ánimo para contestar a su atrevido admirador, de quien ella no había tenido hasta ese momento sospecha alguna de su existencia. Frunciendo el ceño, abrió los bellos y rojos labios, que recordaban las alas gráciles y quebradas de una gaviota,para decir que... "

En aquél momento comenzó a despuntar el alba y él, Scherezade al revés, interrumpió el relato para el que le habían dado permiso...

 
 
 
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Instrumentum Vocalis de Xavier Lacosta   Instrumentum Vocalis
de Xavier Lacosta

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