Este líder y forzudo alumno se llamaba Clemente Masera, pero
clemencia era lo que menos tenía para con Robinson y que, acicateado por los
demás compañeros, era el que más se ensañaba con él y más aún, a partir del día
en que Robinson se atrevió a decirle que la inteligencia vencía a la fuerza,
frase que tal vez se la hayan proporcionado sus padres, a raíz de algún
comentario que el jovencito vertió en su casa, cosa que por lo general no hacía
para no angustiarlos.
Otra de la discriminación que propiciaba el citado alumno
Clemente, era dejarlo aislado en los recreos, para lo cual, también tenía
amenazados a sus compañeros con una tunda a la salida, si no acataban sus
órdenes.
Todo esto se incrementó a medida que pasaban los años, en que la
gran mayoría de los alumnos seguían siendo los mismos, hasta que finalmente y
para alivio de Robinson, quedó cumplido el ciclo primario y con ello consiguió
librarse de tan malvado personaje.
Sin embargo y como si fuera un estigma, Robinson Bordón, tampoco
la pasó bien en el ciclo secundario cursado en un Colegio Industrial, que
comenzó en el año 1992 con la edad de trece años y seis meses y si bien crecía
en altura también lo hacía a lo ancho y seguía proporcionalmente, tanto gordo
como lo era antes, por lo que la discriminación continuaba sufriéndola.
Así como la camada de compañeros eran otros, salvo un par de
excepciones, durante los siguientes cinco años de estudios, lo hizo con casi
todos los mismos alumnos con que comenzó ese ciclo secundario, pero no faltó su
nuevo y particular martirizador, quien se confabulaba con otros, para que
ninguno le cediera apuntes ni le respondiera preguntas de las lecciones y menos
soplarle alguna ayuda, tanto cuando pasaba al frente como en las pruebas
escritas, colaboración que Robinson no necesitaba, porque era un muy buen
estudiante, pero tanto el adalid como sus compinches, si le soplaban lo hacían
con información errónea para confundirlo.
Este malvado jovencito, se llamaba Erasmo Trujillo y por
contrapartida, era bastante delgado, lo cual le daba más patente para burlarse y
atormentar a Robinson.
De todos modos, estas fastidiosas actitudes de Erasmo y sus
compinches no lo perjudicaban demasiado, sino que por el contrario, lo
incentivaban a estudiar más y llegar a ser uno de los alumnos más aplicados y a
figurar en el cuadro de honor, mérito más que suficiente para que sus compañeros
lo tildaran de Gordo Tragón y lo despreciaran más acérrimamente y siempre comandados por
Erasmo, que se aprovechaba de la blandura de carácter de Robinson.