"O, let not the flame die out! Cherished age after "age in its
dark cavern - in its holy temples cheris - "hed. Fed by pure ministers of love -
let not the"flame die out!"
Esos hombres no buscaron nunca ni la aprobación popular ni
acaparar gran número de prosélitos. Son indiferentes a esas cosas, pues saben de
sobra cuán pocos hay en cada generación capaces de recibir la verdad, o de
reconocerla si se les presentara. Ellos "reservan la carne para los hombres",
mientras que los demás "dan leche a los niños", conservan sus perlas de
sabiduría para los pocos elegidos capaces de apreciar su valor y de llevarlas en
sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos que las mancillarían y
pisotearían en el cieno de sus chiqueros. Mas estos hombres no han olvidado aún
los preceptos de Hermes respecto a la transmisión de estas enseñanzas a los que
estén preparados para recibirlas, acerca de lo cual dice "El Kybalión:
"Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está
pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par". Y además: "cuando
"el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios "que han de llenarlos con
sabiduría". Pero su actitud habitual ha estado siempre estrictamente de acuerdo
con otro aforismo, de "El Kybalión" también, que dice que "los labios de la
Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de "comprender".
Y esos oídos incapaces de comprender son los que han criticado
esta actitud de los hermetistas y los que se han lamentado públicamente de que
aquéllos no hayan expresado nunca claramente el verdadero espíritu de sus
enseñanzas, sin reservas ni reticencias. Pero una mirada retrospectiva en las
páginas de la historia demostrará la sabiduría de los maestros, quienes conocían
la locura que era intentar enseñar al mundo lo que éste no deseaba ni estaba
preparado a recibir. Los hermetistas nunca han deseado ser mártires, sino que,
por el contrario, han permanecidos retirados, silenciosos y sonrientes ante los
esfuerzos de algunos que se imaginaban, en su ardiente entusiasmo, que podían
forzar a una raza de bárbaros a admitir verdades que sólo pueden comprender los
que han avanzado mucho en el Sendero.