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De manera tal que lo que Esto es la guerra, pibe va a pensar el cine sobre Malvinas (un conjunto de films con un tema en común) a partir de un género (el film de guerra) para ver las continuidades y rupturas que pueden encontrarse entre ambos. Esa operación utiliza el género como herramienta descriptiva antes que como objeto de estudio: permite encontrar fracturas y presupuestos ideológicos ahí donde las lecturas se han naturalizado.
Ese trabajo supone trabajar los géneros como cristalizaciones dinámicas que permiten organizar y reconocer grupos de textos a partir de sus recurrencias. Esas cristalizaciones son sometidas a las presiones de la historia (del lenguaje, de la industria, de la política) de manera tal que sus límites y jerarquías internas (la relevancia de uno u otro procedimiento o de uno u otro subgénero) se ven reconfiguradas en diversas coyunturas. Esto significa, también, que los géneros procesan esas presiones históricas en sus propios términos y, en este sentido, son más resistentes a la historia que lo que el sentido común del autor mismo quisiera reconocer. Esa tensión dialéctica supone entonces que si se toma un momento histórico cualquiera se verá que las mismas fuerzas producen efectos diversos en diferentes géneros, produciendo en su refracción una imagen caleidoscópica de la historia.
Por otra parte, una de las condiciones antropológicas de la imaginación genérica es que su forma convoca el pensamiento institucional. No sólo porque los géneros (desde la plegaria, hasta los juegos de first person shooter) son siempre mediaciones entre instituciones, grupos e individuos —diferentes instituciones producen diferentes géneros—, sino porque los temas y motivos de los géneros que nos ocupan aparecen siempre atravesados por la posibilidad y forma de las instituciones que fundan el orden social (el melodrama romántico tematiza la relación entre matrimonio y amor erótico, el policial la relación entre ley y justicia, etcétera). En este sentido, los géneros permiten elaborar los traumas de la historia en términos de hipótesis y respuestas posibles a conflictos sociales: su naturaleza reglada, su innegable condición de constructo imaginario, hace de los géneros el lugar en el que una cultura ensaya y comparte versiones alternativas —trágicas, emotivas, descabelladas—, de los objetos que la definen. Y sus variaciones (o, en el límite, su obliteración) en un campo histórico determinado sugiere los límites de la imaginación de ese período.
En el caso de las películas de guerra el conflicto se juega en torno a una comunidad (el grupo de soldados) y los modos en los cuales ésta se relaciona con los individuos y la idea de nación. Entre ambos, a costa de ambos, aparece el motivo principal del relato de guerra: qué implica el coraje bajo fuego, qué órdenes hay que cumplir, cuáles hay que ignorar si se pretende sobrevivir y honrar a los compañeros y la patria. El centro de ese conflicto (y uno de los centros temáticos y visuales del género) es, como escribe Fernández, el cuerpo masculino y su relación con la tecnología de guerra. De manera tal que el objeto visual privilegiado es la imagen de hombres combatiendo: la relación entre individuo, comunidad y nación se articula sobre ese eje y propone esa tensión como objeto de deseo a la mirada. Así, independientemente del enfoque “ideológico” de cada film (pacifista, militarista, anarquista) el género sugiere siempre que hay algo digno de ver, algo incluso fascinante, en las batallas de los soldados, en la dialéctica entre la tecnología y la sangre.
Este libro se pregunta por esta articulación, habida cuenta de la dificultad que el trabajo de Fernández encuentra en las ficciones sobre Malvinas para referir las batallas. Si se quiere, lo que registra este libro es ese doble impulso por el cual en los films analizados se evocan los tropos y los motivos del género y, a la vez, se verifica una incomodidad en mostrar a los hombres bajo fuego.
En este sentido el uso que hace del género Esto es la guerra, pibe, como herramienta para indagar una política de la forma en los términos de una tensión irresuelta, me parece que es el mejor modo de imaginar una política del cine y, tal vez, un futuro para las representaciones de la Guerra de Malvinas.


Ezequiel De Rosso

 
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Esto es la guerra, pibe: El cine bélico en la representación de la Guerra de Malvinas de Ezequiel Fernández   Esto es la guerra, pibe: El cine bélico en la representación de la Guerra de Malvinas
de Ezequiel Fernández

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