En tercer lugar, su entrada en el "ombligo" de su religión:
Jerusalén. Donde, tras la predicación por todo el territorio, su fama como
maestro, taumaturgo, profeta y exorcista, ya había llegado y donde Él,
posiblemente, presentía que se produciría el desenlace de su atrevimiento
libertario. En esta parcela nos encontraremos el núcleo central del componente
escatológico (y apocalíptico) de su mensaje, así como sus diatribas y
enfrentamientos con la clase sacerdotal de la época que, al fin y a la postre,
desencadenaría su arresto, tortura y muerte.
Por último, acometeré la parte más penosa y triunfal del paso
de Cristo por la tierra: su pasión, muerte y resurrección. El comienzo de esta
parcela en Mt. 26, 36 lo he elegido porque entiendo que la pasión de Cristo
comienza, precisamente, en la oración al Abbá en Getsemaní. Y su final no será
según la redacción mateana, porque tenemos aportaciones de otros evangelistas
que exceden el texto de Leví.