Caminando, caminando, pensaba Rip-Rip: "¡Pobre
mujercita mía! ¡Qué alarmada estará! Yo no me explico
lo que ha pasado. Debo de estar enfermo... Muy enfermo. Salí al
amanecer... está ahora amaneciendo... de modo que el día y la
noche los pasé fuera de la casa. Pero ¿qué hice? Yo no voy
a la taberna; yo no bebo... Sin duda me sorprendió la enfermedad en el
monte y caí sin sentido en esa gruta... Ella me habrá buscado por
todas partes... ¿Cómo no, si me quiere tanto y es tan buena? No ha
de haber dormido... Estará llorando... ¡Y venir sola, en la noche,
por estos vericuetos! Aunque sola... no, no ha de haber venido sola. En el
pueblo me quieren bien, tengo muchos amigos... principalmente Juan el del
molino. De seguro que, viendo la aflicción de ella, todos la
habrán ayudado a buscarme... Juan principalmente. Pero, ¿y la
chiquita?, ¿y mi hija? ¿La traerán? ¿A tales horas?
¿Con este frío? Bien puede ser, porque ella me quiere tanto, y
quiere tanto a su hija, y quiere tanto a los dos, que no dejaría por
nadie sola a ella, ni dejaría por nadie de buscarme. ¡Qué
imprudencia! ¿Le hará daño?... En fin, lo primero es que
ella... pero ¿cuál es ella?..."
Y Rip-Rip andaba y andaba... y no podía correr.
Llegó, por fin, al pueblo, que era casi el mismo... pero
que no era el mismo. La torre de la parroquia le pareció como más
blanca; la casa del alcalde, como mas alta; la tienda principal, como con otra
puerta; y las gentes que veía, como con otras caras.
¿Estaría aún medio dormido? ;Seguiría enfermo?