Lacmi, que sospechaba la existencia de un lazo telepático entre
los dos infantes, sin decir palabras, sólo sonrió.
Una mañana Whisnu dijo a su esposa:
- Para después del medio día, debes prepararte y preparar al niño,
ha llegado la orden de embarcar esta tarde. La nave partirá hoy a las 2400 hora.
Iremos directamente hacia Alfa-Orioni, agregó.
- ¡Que raro! Nuestra base está en Asgard -comentó Lacmi y
preguntó- ¿A que se deberá ese cambio de destino?
- Posiblemente el M.C.D. quiera un informe personal y directo de
todo el cuerpo de científicos que participó en este operativo.
Agni se encontraba en una habitación vecina, por lo tanto escuchó
esa casi privada conversación de sus padres. En el mismo momento Yania, que a
todo esto dormía plácidamente, empezó a llorar en un sonoro berrinche. El niño,
que ya se movía por el palacio como en su casa, corrió hacia las habitaciones
donde estaba la bebé.
El grupo de ayas se desesperaba por calmar a la nena.
Ni bien llegó el "Hijo de los Dioses", denominación con la que
todo el personal del palacio identificaba al niño; se produjo el silencio, la
niña dejó de llorar.
Fue enternecedor observar como Agni, de tan sólo tres años, tomaba
la manito de la bebé y en silencio, solamente con su gris mirada, la calmaba y
consolaba.
El emocionado grupo de mujeres, miraba la
escena con ojos lagrimosos. La princesita no quitaba los ojos de su amiguito, de
pronto, como una niña más grande soltó una cristalina risa.
Era evidente que entre ellos existía una fluida comunicación.
Momentos más tarde la pequeña fue quedándose dormida.
Cuando el matrimonio de científicos estelares se despidió de sus
anfitriones, el Maharajá y su esposa, fueron ojos de adultos los que ahora se
humedecieron. Los cuatro amigos sabían que debido al misterioso fenómeno de la
contracción del tiempo, sería muy difícil que ellos se vuelvan a ver.