Volviendo a aquellos milenarios tiempos, es interesante hacer una
somera descripción de la faz humana de aquellos antiguos padres de la
civilización terrestre.
Invitado por su amigo Whisnu, a bordo de uno de los veloces
"Vimanas", el Maharajá sobrevoló las ciudades destruidas; a su regreso convocó a
todos los Rajaes sobrevivientes y les propuso la creación de un único reino de
la India.
Este podría estar subdividido en provincias y sería gobernado por
un consejo de soberanos, quienes manteniendo una relativa independencia
provincial o regional, se comprometerían a respetar las decisiones del gran
consejo de los Rajaes. Lo que nadie supo, fue que gracias a la disimulada
intervención del Dr. Whisnu Utgard, la nueva organización creada fue una
microscópica réplica del gran Consejo de Gobierno que regía y aún hoy rige la
gran Federación Estelar.
Cuando nació la princesa Yania, para el joven Maharajá y su bella
esposa, todo fue beneplácitos y congratulaciones.
Dos meses más tarde, Whisnu y su esposa Lacmi, nuevamente bajaron
desde la gran nave estelar, que circunvolaba la Tierra.
Ahora, por tratarse esta de una visita
puramente social, lo hicieron acompañados por su pequeño hijo Agni, un hermoso
niño de tres años, de ensortijados cabellos rojos y límpidos ojos grises. De
inmediato el niño conquistó el cariño de todos
los habitantes del palacio.
Cuando Lacmi visitaba a la bebé que ella había ayudado a nacer,
acostumbraba a llevar consigo al pequeño Agni. El hijo de la estelar doctora,
entretenía a Yania haciéndole morisquetas.
Un misterioso e invisible lazo se había establecido entre las dos
criaturas. Cuando él llegaba, la niña, así hubiese estado llorando o dormida, de
inmediato abría sus bellos ojos azules y no los retiraba de su amiguito. Cuando
éste, jugando se ocultaba a un costado de la cuna para luego asomarse
sorpresivamente por cualquier lado, la niña ya estaba mirando hacia el lugar por
donde aparecería su amiguito. El nunca la podía sorprender. Otro detalle que
asombraba era el hecho de que la pequeña, así estuviese llorando o inquieta y
molesta, ni bien llegaba Agni, aún sin verlo ni escucharlo, se tranquilizaba y
sonreía como esperando su aparición.
El "Hijo de los Dioses", en una oportunidad sorprendió a su madre,
al decirle con la mayor naturalidad:
-"Apurémonos mamá, Yania me está llamando"