Apesadumbrados; pero con filosófica resignación, aceptaron el
consejo de los enviados de los dioses y pusieron en marcha un vasto plan de
evacuación. Como todo pueblo marino, contaban con una apreciable flota de
barcos, y por otro lado, el tiempo vaticinado por los mensajeros del cielo, aún
les permitía ampliar su capacidad de evacuación. De común acuerdo, entre los
jefes de las distintas familias resolvieron evacuar, con rumbos distintos; la
inseguridad de un futuro abastecimiento para tan grande maza humana. lo
aconsejaba.
Desde Tule, su ciudad capital, un grupo
partiría hacia el Septentrión de lo que más tarde sería América, otros
continuaron hacia la futura Centroamérica, otras familias pusieron rumbo a una
región de la Escandinavia, una inmensa península montañosa del Norte, ellos
buscaban la más segura protección de una gran cadena de montañas que, cual
columna vertebral, dividía la inmensa península en dos partes.
Pero la gran maza de evacuados desembarcó en las costas de la
futura Europa y luchando contra belicosas tribus locales, se abrió camino hacia
el Este. Siguiendo las indicaciones de los emisarios de lo Dioses, buscaban las
alturas alpinas.
Cuando la impresionante montaña que caía del cielo, se sumergió en
el océano; se generaron monstruosas olas que, cual cordilleras hídricas, en
incontenible avance cubrieron gran parte de la Tierra y simultáneos terremotos
ocasionaron que la gran falla submarina que se extendía desde el Ecuador hasta
cerca de lo que hoy es Islandia, colapsó y la soberbia isla-continente que fuera
la Atlántida, en pocas horas desapareció en el mar. Sus orgullosos habitantes,
los Atlantes, pasaron a ser leyenda.
De la mitológica Hiperbórea, tan sólo quedó la pequeña Islandia,
ahora convertida en un impresionante muestrario de las poderosas energías
telúricas. Algunas islas menores que anteriormente fueran cumbres de montañas,
hoy cual mojones, frente a las costas de Groenlandia, asoman del mar.
De las muchas consecuencias de semejante golpe al planeta, hoy
tenemos varias pruebas, algunas invisibles pero sí, deducibles.
La precesión de los equinoccios, es una de ellas. Causada por los
cinco grados de inclinación que sufriera el eje de la Tierra; ésta, cual cósmica
peonza, hoy rota en ciclos de veintiséis mil años; Increíble e impresionante
muestra de las poderosas fuerzas de la naturaleza.