La fundación de Alebrijentz se remonta a los
Tiempos del Yogur y la Mermelada, cuando Ernestino el Pequeño se encargó de
rodear con tanza violeta todo el territorio que luego se convertiría en la
flameante república. En su juventud, Ernestino se enamoró de una palmera
regordeta, a quien el municipio debe su nombre. Alebrijentz fue organizada según
los principios del padre de Ernestino el Pequeño, filósofo mentolinodependiente,
que postulaba la doctrina del individualismo ético contrario al altruismo, según
el cual nadie debe compartir su plantación de mentolina, a menos que sea en pos
de su propio beneficio.
La forma de gobierno fue republicana desde los
primeros tiempos, por lo que el poder siempre residió en el pueblo y fue
personificado en la omnipotente figura del Yuyo flotante del río
Espurma.
La música en esta región es esencialmente
pentatónica. Los ciudadanos de Alebrijentz no distinguen entre música intimista,
ceremonial, y bailaleble, por lo que solo se dedican a componer motivos
sentimentales y patrióticos. El himno nacional está inspirado en sonidos
ecuestres, por lo que es común que los alebrijentzes relinchen durante los actos
escolares.
El idioma oficial es el alebrijez. El 85% de la
población es bilingüe, pero sólo dos de cada tres personas sabe hablar en voz
alta.