De cualquier modo que sea,
confieso que no me ha cansado, antes bien me ha interesado casi la lectura de
estos papeles; y como en el día se publica todo, he decidido publicarlos
también, sin más averiguaciones, mudando sólo los nombres propios, para que, si
viven los que con ellos se designan, no se vean en novela sin quererlo ni
permitirlo.
Las cartas que la primera parte
contiene parecen escritas por un joven de pocos años, con algún conocimiento
teórico, pero con ninguna práctica de las cosas del mundo, educado al lado del
señor Deán, su tío, y en el Seminario, y con gran fervor religioso y empeño
decidido de ser sacerdote.
A este joven llamaremos don Luis
de Vargas.
El mencionado manuscrito, fielmente
trasladado a la estampa, es como sigue.